Por Clément Paule
Traducción: Maricarmen González Cisneros
Passage au crible n°30
El 29 de octubre de 2010, varios portavoces de agencias humanitarias de la ONU (Organización de Naciones Unidas) reafirmaron sus inquietudes sobre la frágil situación de millones de desplazados paquistaníes. Dichas declaraciones alarmistas insisten en la falta de techo y alimento frente al invierno que se aproxima, tres meses después del comienzo de las lluvias torrenciales que destruyeron Paquistán. Desde el 26 de julio de 2010, las inundaciones masivas se extendieron sobre cerca de una quinta parte del país, desde la provincia du Khyber Pakhtunkhwa – situada al Noroeste – hasta la región meridional de Sindh. Por ahora el balance humano se eleva a cerca de 1800 muertos y cerca de 14 millones de siniestrados. Tanto que los daños materiales fueron estimados a 43 millones de dólares y que el sector agrícola – crucial para la economía nacional – fue duramente afectado. Según responsables de la ONU, se trata de la peor catástrofe de la historia pakistaní. Desde entonces, varios analistas evocaron el futuro incierto de un Estado inestable mientras que se intensifica el conflicto interno oponiendo autoridades y grupos islámicos.
> Contexto histórico
> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
En primer lugar, no olvidemos que Paquistán – sexto país más poblado del mundo – se encuentra particularmente expuesto a los riesgos naturales, sobre todo islámicos e hidrológicos. Desde principios de los años noventa, varias inundaciones de gran amplitud han golpeado el territorio, también vulnerable a los terremotos. Recordemos como un ejemplo que seis millones de personas fueron afectadas – y entre ellas 1300 muertos – por las fuertes lluvias que acompañaron al monzón de 1992. La base de datos de la EM-DAT (Emergency Events Database) del CRED (Centre for Research of the Epidemiology of Disasters) enumera decenas de fenómenos similares desde 1900. Por tanto estas cifras muestran que el costo socioeconómico aunado a este tipo de riesgos, parecen muy superiores al impacto de los grandes sismos aun más fuertes.
Resulta importante mencionar algunos antecedentes históricos que establecen un vínculo estructurante entre la gestión de catástrofes y la coyuntura política. A ese efecto, el ciclón de Bhola azotando fuertemente Paquistán Oriental – el actual Bangladesh – en noviembre de 1970 parece revelar esta interdependencia. La pasividad del gobierno federal fue estigmatizada por la oposición separatista – la Liga Awami – permitiendo a esta última de reportar las elecciones provinciales un mes más tarde y de proclamar la sucesión bengalí. Si el éxito de la escisión se debe a la implicación hindú en el conflicto, queda a precisar que este accidente natural fue fuertemente instrumentalizado por los actores políticos. Finalmente, el reciente sismo de octubre 2005 – ocurrido en la difícil región de la Cachemira – igualmente produjo una fuerte movilización transnacional. Sin embargo, diversas tensiones opusieron les ONG (Organizaciones no gubernamentales) occidentales y la armada pakistaní, fuertemente criticada por su magro marco de asistencia. Finalmente, la Agencia Nacional ERRA (Earthquake Reconstruction and Rehabilitation Authority), puesta en marcha por las autoridades para centralizar el auxilio, fue acusada de corrupción y de malversación masiva de fondos.
1. Internacionalización de la catástrofe. En este punto tratamos de recordar que el desastre se inscribe dentro de un sistema de impedimentos históricos, políticos y estratégicos. Dentro de esta lógica las dinámicas internacionales de intervención humanitaria deben de analizarse en vista de las estrategias regionales.
2. Gestión competitiva de la ayuda. Es una evidencia que numerosas discrepancias recorren el espacio de los operadores de la ayuda y orientan la distribución de los recursos raros y sus modalidades. En otros términos, la dispersión de estrategias – y de objetivos – transforma la asistencia en objetivos de competencia, tanto dentro de la escala diplomática como en el seno del mismo Estado paquistaní.
Primeramente precisemos algunas características de esta catástrofe que se presenta como un proceso lento – contrariamente al Tsunami de 2004 o al sismo en Haití – dentro del cual el impacto se manifiesta en mediano plazo. En este caso, los daños causados por las inundaciones se demultiplicaron por la crisis económica castigando severamente el país quien recientemente solicito al FMI (Fondo Monetario Internacional). Remarquemos que cuatro millones de hectáreas cultivables fueron sumergidas, obligando Paquistán a importar productos alimentarios tratando de interrumpir un probable disparo de precios. Esto permite presagiar una aumentación de tensiones sociales en un Estado profundamente dividido por los conflictos étnicos – aunados a une controvertida centralización, religiosa pero sobre todo política. Como ejemplo, es importante recordar el rol específico de los militares que tomaron el poder desde 1999 hasta 2008 con el general Musharraf, y sus relaciones ambiguas con el actual gobierno civil. Además de esta consideración, las autoridades nacionales – aliadas tradicionales de los Estados Unidos – se enfrentan desde hace mas de una decena de años, a la insurrección de grupos de armados vinculados a los Talibanes Afganos. Esta compleja configuración de intereses opuestos se re transcribió en la crisis post-accidental. Aun más, la gestión del desastre aparece como un medio de modificar la relación de fuerza existente entre los actores locales y también internacionales.
Detrás de la retorica consensual de la solidaridad mundial, se despliega efectivamente, una verdadera diplomacia de la catástrofe estructurada por los objetivos estratégicos de los donadores. A este efecto mencionemos la importante ayuda americana elevándose a cerca de cinco mil millones de dólares. Si este compromiso puede permitir la mejora de la imagen de Washington – manchada por los errores de la guerra en Afganistán –, se trata sobre todo de apoyar un aliado tradicional e indispensable para su implantación regional. Dicho imperativo de seguridad nacional, según la expresión del Senador John Kerry, fue confirmado por el reciente anuncio de una asistencia militar de dos mil millones de dólares en cinco anos. Dentro de esta misma lógica, la considerable movilización musulmana puede difícilmente ser reducida a una simple manifestación de ayuda mutua. Así la contribución saudiita – 365 mil millones- e iraní – 100 mil millones- evocan, por la amplitud de su proceso de soft power a afirmar su presencia dentro de la región siniestrada. De la misma forma, el vecino chino, donador emergente, prometió cerca de 250 mil millones de dólares el 23 de septiembre de 2010. Por otra parte, la transposición de dimensiones simbólica y política también se expresan dentro de la negativa del gobierno paquistaní de toda ayuda directa que venga del rival hindú.
Remarquemos igualmente que el procedimiento de solicitud a las Naciones Unidas – de 1,9 mil millones de dólares – reunió únicamente 39% de la cantidad solicitada. Más allá de la crisis mundial, las modalidades de financiamiento permiten la explicación de esta carencia: los países musulmanes y China parecen privilegiar la ayuda bilateral, mientras que los donadores occidentales desconfían y sobre todo, atribuyen sus fondos al SNU (Sistema de Naciones Unidas), a las ONG internacionales, al movimiento internacional de la Cruz Roja. Las autoridades paquistaníes recientemente trataron de afirmar su leadership dentro del plan de reconstrucción, rechazando la gestión directa de proyectos por los actores externos. Dicha reivindicación de control de la ayuda parece vital para un gobierno debilitado y extremamente criticado por su ineficacia, principalmente la de los responsables regionales. Más aun cuando, según analistas, la fuerte movilización de la armada – 60 000 soldados desplegados a finales de agosto – ocultó el poder civil, haciendo posible un golpe de Estado similar al de 1999. Finalmente, varios comentaristas subrayan el papel creciente de las organizaciones islamistas – como Jamaat-ud-Dawa ou Ahle Sunnat Wal Jamaat – en la ayuda, organizaciones susceptibles de acentuar la deslegitimación de un régimen aliado de los americanos. Esta fragilidad extrema del Estado Paquistaní dentro de sus fronteras, refuerza el impacto de una ayuda internacional en la que el control sigue siendo más que nunca, crucial.
Jaffrelot Chistophe (Ed.), Pakistan, Carrefour de tensions régionales, Bruxelles, Complexe, 2002.
OCHA (Office of the Coordination of Humanitarian Affairs), FTS (Financial Tracking Service), Table A: Liste of all Commitments/Contributions and Pledges as of 02 Novembre 2010, consulté sur le site: http :www.reliefweb.int/fts [2 novembre 2010]
“Les catastrophes naturelles”, Questions internationales, (19), mai juin 2006.
Site internet de l’agence pakistanaise NDMA (National Disaster Management Authority) : http//www.ndma.gov.pk/.