Por Moustafa Benberrah
Traducción: Duly Albarracín
Passage au crible n° 150
Source: Wikimedia
Luego de cuatro años de trabajo, Etiopía inauguró, a principios del mes de octubre, una línea ferroviaria entre su capital, Addis Abeba, y Yibuti. Construida por China, esta nueva conexión permitirá sacar a la economía etíope del aislamiento al abrir, notablemente, una salida al mar Rojo. Al respecto, cabe recordar que esta obra de 3,4 millardos de dólares (3 mil millones de euros) fue financiada en un 70% por la banca china de inversión Exim.
> Contexto histórico
> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
El creciente asentamiento de China en el extranjero da una señal indiscutible de una transformación de su estatus global. En efecto, respondiendo al llamado a “salir del país” (zouchuqu) hecho por el anterior presidente Hu Jintao en 2005, el país se internacionaliza en búsqueda de nuevos mercados y fuentes de aprovisionamiento. Asimismo, busca aliados al mismo tiempo. Esta ofensiva se desarrolla en zonas tradicionalmente marcadas por la presencia occidental. En este contexto, Pekin no cesa de ampliar su influencia sobre el continente africano al organizar, por ejemplo, cumbres China-África fundadas en el multilateralismo. Con ello, esta estrategia contribuye a mejorar y consolidar su talla actualmente mundial.
Los intercambios entre la RPC (República Popular China) y África se elevan a los 200 mil millones de dólares en 2015, contra 12.39 millardos de dólares en 2002. En mayo de 2014 el primer ministro chino, Li Keqiang, declaró la voluntad de duplicar esta cifra para el 2020. Hoy es claro que la República Popular ha logrado imponerse como el primer socio comercial de numerosos Estados africanos. Más de 2500 compañías chinas asentadas en África cubren una variedad de sectores, como el de hidrocarburos y el de construcción y obras públicas. Este último campo ofrece, ciertamente, una vitrina que muestra la experticia de sus compañías y el profesionalismo de sus trabajadores. Además, el invertir así corresponde al discurso oficial que subraya, de manera regular, la necesidad de apoyar un continente considerado, ante todo, como un socio en su totalidad y no como un simple mercado.
La asistencia financiera de esta nación consiste esencialmente en prestaciones de servicios y en IDE (inversiones directas en el extranjero), dos vectores que le permitieron convertirse en uno de los principales inversores en el extranjero. No obstante, esta situación debe apreciarse dentro de sus justas proporciones. La inversión china en África representa sólo el 0,2% de sus IDE en el plan mundial. El campo de la construcción y obras públicas ilustra muy bien esta realidad ya que, en este sector, las compañías chinas no se convierten en propietarias, ni en titulares de derechos sobre las infraestructuras. Ahora bien, la definición de las IDE adoptada por las organizaciones supone el poseer “la propiedad del 10% o más de las acciones o de los derechos de voto de una empresa” para ser un “inversor”. Por lo tanto, el asentamiento chino sobre el continente africano hace uso de nuevas formas, más indirectas y muy características, en el mantenimiento del proceso de mundialización en curso.
Marco teórico
1. Una influencia pragmática. Para Johnson Chalmers, este tipo de orientación se refiere a un Estado fuerte que, dirigiendo políticas industriales y orientando la producción, estimula una amplia autonomía gerencial. En otros términos, esta configuración privilegia, en mayor medida, el aumento de cuotas de mercado que le benefician a corto plazo.
2. El ascenso en potencia de un Estado desarrollador. El Estado chino se afianza en el presente como un actor central de la cooperación internacional. Ejerce sus facultades de potencia pública ya sea directamente o por vía de intermediarios que selecciona. Sin embargo, ciertos actores escapan de su control y cuestionan su autoridad en ocasiones.
Análisis
Durante mucho tiempo, la República Popular China se rehusó a invocar “la ayuda”. Había preferido, hasta entonces, hacer referencia a una “cooperación donde ganamos todos” o a una “asistencia mutua” entre países del Sur. Tuvo que esperarse su informe oficial sobre la ayuda al desarrollo publicado en abril de 2011 para que el gobierno finalmente adoptara el término. Este documento exige a los países beneficiarios la ayuda vinculada que implica, necesariamente, un procedimiento de recompra (buy-back) acompañado de contratos globales. En consecuencia, estas disposiciones determinan el uso obligatorio de las firmas y de sus trabajadores, así como el pago, de materias primas. Este “modelo angoleño” se aplica, más que todo, en países de África central que en África del Sur o en aquellos del Magreb que disponen de un poder de negociación más importante. En definitiva, el establecimiento de este tipo de ayuda pública en el desarrollo se convierte en un instrumento de soft power de la diplomacia china.
Las autoridades chinas desarrollaron dos tipos de mecanismos: en primer lugar, estas conceden donaciones y préstamos sin intereses, así como asistencia técnica. Las mismas acuerdan, por otra parte, condonaciones de deudas, lo que representa, aproximadamente, el 70% del total de la ayuda. Luego, ofrecen préstamos a tasas preferenciales reservadas a los proyectos industriales y de infraestructura. Estos últimos son reembolsados obligatoriamente a una tasa variable y según una duración modificable. La media observada se sitúa alrededor del 2% en un intervalo de diez a quince años. Esta nueva modalidad fue introducida en 1995 con la creación del China Exim Bank. Situada bajo la doble tutela del MOFCOM (Ministerio del comercio) y del de asuntos exteriores, esta banca disfruta de 3500 millardos de euros de reservas en divisas chinas (que es un tercio de la liquidez del planeta) y, por lo tanto, está consolidada como brazo financiero de la política exterior. Cabe resaltar que el poder de esta institución está reforzado por la contribución de cuatro organismos distintos que administran la política de ayuda: el MOFCOM, el ministerio de asuntos exteriores, el CAD Fund (China-Africa Devlopment Fund) y la SINOSURE (China Export and Credit Insurance Corporation ). Además, estas entidades reciben el apoyo de colectividades territoriales que juegan un rol mayor en la gestión de este proceso.
No obstante, cabe señalar que esta estrategia no goza de ninguna estancia central para coordinar estos actores. Sin embargo, divergencias entre intereses públicos y privados aparecen de manera recurrente. En efecto, estos organismos forman los pilares de un Estado desarrollador que debe tomar las medidas necesarias para alcanzar este objetivo. Desde esta perspectiva, está dirigido a colaborar más y más con los actores privados considerados indispensables al momento de modificar el conjunto de su política.
Sin duda, la irrupción de China en el escenario mundial ha estimulado la concurrencia entre los grandes grupos nacionales y trasnacionales. Sin duda, la RPC ahora representa, para los países en desarrollo, un contrapeso a la presencia política e ideológica de Occidente. De todas maneras, cabe preguntarse acerca del atractivo que hoy ejerce el modelo chino ya que, en la realidad, su política de empresa contribuye a endeudar de manera preocupante a ciertas naciones, como Etiopía, República Democrática del Congo, Angola o, aun, Ghana. Asimismo, el recurso masivo a la mano de obra china, acompañada de la llegada incontrolada de migrantes, plantea críticas en las regiones que ya enfrentan altas tasas de desempleo. Además, la calidad tanto de los productos como de las infraestructuras chinas es cuestionada frecuentemente. Por último, algunas compañías chinas se encuentran implicadas en numerosos escándalos de corrupción. Principalmente activas en el sector de la construcción y de obras públicas, estas afectan sustancialmente la imagen de la potencia china y enturbian el mensaje que esta última destina a los países en desarrollo. China se ve entonces obligada a adaptarse mejor a las limitaciones complejas de un África fragmentada e inestable.
Referencias
Benberrah Moustafa, « L’asymétrie sociopolitique d’une coopération économique. L’implantation dominatrice des firmes chinoises en Algérie », Passage au crible, (127), 29 mai 2015. Disponible en: http://urlz.fr/3wcs
Cabestan Jean Pierre, « La Chine et l’Éthiopie : entre affinités autoritaires et coopération économique», Perspectives chinoises, (4), 2012, pp. 57-68.
Chalmers Johnson, MITI and the Japanese Miracle: The Growth of Industrial Policy 1925-1975, Stanford, Stanford University Press, 1982.
Gabas Jean-Jacques, Chaponnière Jean-Raphaël (Éds), Le Temps de la Chine en Afrique, Paris, Karthala, 2012.
OCDE, « Perspectives économiques de l’OCDE », OCDE, (73), 2003.
Pairault Thierry, Talahite Fatiha (Éds), Chine-Algérie, une relation singulière en Afrique, Paris, Riveneuve éditions, 2014.