Por Philippe Hugon
Traducción : Roberto Hinestrosa Mejía
Passage au crible n° 140
Source: YouTube
Luego de haber sido un modelo de transición democrática, Burkina Faso fue sacudido por un atentado de gran magnitud en Ouagadougou, el 16 de enero de 2016. Se deploran al menos treinta muertos de más de catorce nacionalidades diferentes. Este atentado interviene dos meses después de aquel cometido en Bamako, en el Hotel Radisson Blu. Reivindicado por el grupo Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), fue directamente atribuido al grupo Al Murabitún, dirigido por el jefe yihadista Mokhtar Belmokhtar. Las fuerzas especiales francesas intervinieron en conjunto con las tropas burkinesas y estadounidenses para liberar a los secuestrados del hotel Splendid y ajusticiar a los asaltantes.
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> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
Contexto histórico
Burkina Faso es un enclave del Sahel con fronteras porosas: al sur, con Costa de Marfil; al norte, con Malí y Nigeria. Siendo uno de los países más pobres del mundo, Burkina Faso se sitúa en una zona de numerosas vulnerabilidades relacionadas con la explosión demográfica, el incremento de jóvenes sin oportunidades, las vicisitudes del clima y el control imposible de sus fronteras.
Luego de haber sido dirigido por Blaise Compaoré durante veintisiete años, ese Estado conoce hoy una grave crisis política. Sin embargo, y durante mucho tiempo, su presidente había desempeñado un rol de intermediario entre los grupos yihadistas y sus enemigos. Campaoré concluyó un pacto implícito de no agresión con los islamistas, pudiendo así intervenir como mediador durante la liberación de prisioneros. En el marco del sistema neo-patrimonial que había establecido, los recursos movilizados gracias a diversas alianzas y al control de numerosos tráficos, le permitieron financiar su juego político a nivel interno. No obstante, Blaise Compaoré finalmente perdió el poder luego de haber intentado modificar la constitución en búsqueda de un nuevo mandato.
A finales de octubre de 2014, la movilización de los jóvenes de ese país condujo a la salida del “presidente de por vida”. El movimiento “Balai Citoyen” (o “barrido ciudadano”, “escoba ciudadana”) presentó entonces un ejemplo de “primavera africana”. Se instaló un gobierno transitorio, hasta las elecciones legislativas y presidenciales del 11 de octubre de 2015. Pero el clan político, militar y chanchullero de Compaoré quiso obtener su revancha fomentando un golpe de Estado fallido el 17 de septiembre de 2015, liderado por Gilbert Diendéré. El ejército obtuvo finalmente la rendición de los golpistas. El proceso de transición democrática siguió su curso. Roch Marc Kabor, el antiguo primer ministro de Campaoré, obtuvo las elecciones – luego de haber sido aplazadas – en la primera vuelta, con el 53,49 % de los votos.
El ataque terrorista sucedió tres días después de la formación del gabinete ministerial; el mismo día en que las autoridades judiciales de Burkina Faso lanzaron una orden de captura contra Guillaume Soro, presidente de la Asamblea Nacional de Costa de Marfil, acusado de haber participado en la tentativa de golpe de Estado. Sobre todo, el ataque llega en un momento en el que el país se esfuerza por reconstruir su sistema de seguridad, luego del debilitamiento del Régimen de Seguridad Presidencial (RSP) y de los demás servicios de inteligencia.
Marco teórico
Los atentados de Burkina Faso corresponden principalmente con dos líneas de fuerza transnacionales:
1. Una reconfiguración de las fuerzas islamistas. El atentado, atribuido a Al Murabitún, lo beneficia con una importante visibilidad mediática. Demuestra, entre otras cosas, una extensión territorial de sus intervenciones. Finalmente, en un juego de alianzas y antagonismos, este confirma la lealtad que tiene esa organización hacia AQMI, rival del Estado Islámico.
2. Una estrategia de desprestigio de las fuerzas occidentales. Además de Burkina Faso, Francia es el gran blanco de esa acción yihadista, vulnerada en sus intereses económicos, en la seguridad de sus expatriados y en su intervención militar. Simbólicamente, no es anodino subrayar que esa operación se desplegó en una ciudad donde están instalados los servicios de inteligencia y las fuerzas especiales francesas y estadounidenses. Golpear Ouagadougou pone de relieve el punto neurálgico de los servicios de inteligencia (operación Sable, Dirección General de Seguridad Exterior del Ministerio de Defensa francés, inteligencia militar) en el dispositivo Barkhane.
Análisis
Los atentados están relacionados con las estrategias de grupos islamistas, que han venido reclutando jóvenes de diferentes países africanos. Se han concentrado desde hace cuatro años en el territorio sahelí-sahariano. En el presente caso, los asaltantes eran jóvenes peuls (o fulani), tuaregs y árabes originarios del norte de Burkina Faso. En efecto, sin acceso a oportunidades, ellos tienen que escoger entre pequeñas actividades informales, el tráfico y el reclutamiento por parte de las milicias. Las encuestas nos muestran sin embargo que ese terreno favorable conduce a las milicias yihadistas a reclutamientos heterogéneos en los planos socioeconómico y escolar, así como étnico y religioso. Razón por la cual las grandes organizaciones terroristas como Al Qaeda y el Estado Islámico se encuentran en un estado de rivalidad permanente en cuanto a las estrategias de reclutamiento.
Al Murabitún, quien reivindicó los atentados de Ouagadougou, está afiliado a AQMI, si bien una de sus facciones se declaró parte del Estado Islámico. Luego de haber sido miembro de Al Qaeda, su jefe Mokhtar Belmokhtar se disoció de AQMI y terminó creando el grupo de Los Firmantes con Sangre, al fusionar sus tropas con las del grupo Mujao. Luego, Belmojtar se sumó nuevamente a Al Qaeda y es ahora considerado como el Bin Laden del Sahara. Al respecto, se le atribuye la responsabilidad de los atentados de In Amenas (Argelia), de Arlit (Nigeria) y del Radisson Blu en Bamako (Mali). Hay otros grupos del Sahel con filiación a Al Qaeda, tales como Al Shabbaab en Somalia, el Frente de Liberación de Masina (FML); así como el grupo Ansar ed-Dine, liderado por el tuareg Lyad Ag Ghaly, en Mali.
Más allá de la referencia al salafismo y al takfirismo, se trata de grupos terroristas que controlan diversos tráficos. Por ejemplo, Al Murabitún ha perpetrado secuestros con fines económicos y ha participado en el tráfico de cigarrillos. También evitó la confrontación directa con las fuerzas de seguridad, para poder consolidarse mejor en términos armamentísticos y de combatientes. Gracias a esta estrategia dispone hoy en día de una gran capacidad de acción que le permite rivalizar con el Estado Islámico. Sus acciones terroristas han afectado sobre todo a los expatriados. Aun así, más allá de las víctimas y la desestabilización de los países africanos, Al Murabitún busca suscitar un nivel de terror que llevaría a los occidentales – inversionistas o en misiones humanitarias – a abandonar Burkina Faso. De hecho, se trata igualmente de una manera de confrontar a las grandes potencias regionales a su propia impotencia. En efecto, la operación Barkhane, apoyada por las fuerzas africanas multilaterales, ha mantenido a raya el control territorial de los yihadistas en el arco sahelí-sahariano; pero ha facilitado por otro lado, la diseminación de numerosos grupúsculos en ese vasto territorio. Los objetivos de los atentados son múltiples. Muestran las rivalidades entre los diversos grupos yihadistas por el control del tráfico y el reclutamiento de nuevos fanáticos. Al mismo tiempo, movilizan el miedo como un arma en la guerra mediática a escala mundial. Por último, le apuntan a aumentar la vulnerabilidad de los países occidentales, disuadiéndolos así de prolongar su presencia en la zona sahelí-sahariana.
Referencias
Hugon Philippe, Géopolitique de l’Afrique, 3e ed, Paris, SEDES 2013.
Jacquemot Pierre, « Les trois paradoxes du Burkina Faso, Lettre de l’IRIS, 2 nov 2014.
Serge Michailof, Africanistan, Paris Fayard 2015.