Por Philippe Hugon
Traducción: Yessica Lara
Passage au crible N° 129
Source: Wikimedia
El jueves, 23 de marzo de 2015 los shebabs (al-Shabaab o jóvenes en árabe) atacaron la Universidad de Garissa en Kenia, dejando más de 150 muertos. Estas acciones dirigidas a los estudiantes cristianos, fueron perpetradas con extrema violencia en un lugar simbólico que difunde el conocimiento. Estos tuvieron lugar un mes después de que los shebabs prometieron lealtad a Al Qaeda y de que amenazaron centros comerciales de origen occidental. Recordemos que en tres años Kenia ya ha sufrido tres ataques altamente letales, incluyendo el del centro comercial Westgate Mall cometido en 2013. Del mismo modo, Uganda fue atacado en julio de 2011 en su capital, Kampala. En cuanto a Etiopía, sigue estando muy amenazada.
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Contexto histórico
Somalia, que tiene más de 10 millones de habitantes repartidos en una superficie de 638,000 km2 nunca ha conocido la estructura de un Estado. En efecto, aunque es independiente desde 1959, sigue estando organizada en clanes y sub clanes. Pero esta sociedad de clanes no pareciera anárquica, los somalís hablan el mismo idioma -somalí- y conforman un pueblo homogéneo de tradición pastoral. Éste respeta los valores privilegiando el honor, la hospitalidad y el espíritu de venganza. Para estos países donde casi el 100% de la población es de obediencia musulmana, la ley islámica coexiste con la ley tribal o de clanes.
Actualmente, observamos cambios profundos. La religión que unificaba, ahora se oponen al islam sufista tradicional y al islam salafista. Además, una relativa desintegración social resulta de la oposición entre los jóvenes y los adultos en cuanto a los códigos de conducta. El ascenso en el auge de los shebabs evoca estas diferencias determinantes. Somalia sufrió durante 35 años una balcanización de clanes y un caos sociopolítico que dejó más de 500,000 muertos. Dirigido por un señor de la guerra, cada uno de los clanes está tradicionalmente dotado con una milicia. Los enfrentamientos son debido a los jóvenes desempleados que solo han socializado en la violencia.
Además, varios elementos perjudiciales para el país se combinan para debilitarlo aún más. Mencionemos como ejemplo, las nuevas influencias islamistas (Hermanos Musulmanes, los salafistas, el papel de Eritrea) los efectos de la presión demográfica sobre los recursos escasos, o incluso la generalización de una economía paralela que permite diversos tráficos. Al mismo tiempo, esta sociedad se encuentra, sin embargo, integrada en la globalización a través de su diáspora. Las tecnologías de la información también contribuyen a su inserción global, tanto como la fiscalización de las ONG o la piratería en el mar con ataques de veleros y cargueros. Hay que recordar también el diezmo aplicado sobre los petroleros (20,000 buques y un tercio de los petroleros del mundo pasan por el Estrecho) que representan 4,000 actos de piratería registrados entre 1990 y 2010. Ciertamente la fuerza Atalante los ha reducido con éxito, pero no ha logrado eliminarlos.
Hasta 1991, Somalia conoció el régimen socialista de Barre, vinculado a la URSS. Entre 1992 y 1994 las intervenciones militares – internacionales o de Estados Unidos (“Restore Hope“) – han sido un fracaso. Una guerra civil se desarrolló entre 1991 y 2005. Las Cortes Islámicas, apoyadas notablemente por Eritrea, habrían entonces por vía de la shura, tomaron el poder, verano 2006, en contra de los líderes de las facciones. Reagruparon diversas tendencias (Hizbal-Islam (Partido del Islam), Al-Islah (cercano a los Hermanos Musulmanes), teniendo incluso islamistas radicales de los Shabaab, acusados de ser la versión africana de los talibanes de Afganistán.
En lugar de negociar con los elementos moderados de las Cortes Islámicas, los Estados Unidos y los países de la región han preferido apoyar a un gobierno en el exilio, ni representativo ni legítimo. A finales de 2006, apoyado militarmente por Etiopía y Estados Unidos, e indirectamente por Kenia, Uganda y Yemen, esta fuerza de transición ha tomado el control de Mogadiscio, sin que por lo tanto los señores de la guerra estén controlados. Una fuerza de la Unión Africana, la AMISOM, (African Union Mission in Somalia) fue establecida en 2007. Los shebabs lanzaron entonces acciones terroristas, principalmente en Mogadiscio (finales de 2009 contra la Unión Africana, atentado suicida en octubre de 2011, 14 de abril de 2013).
Constituidos en un movimiento organizado por décadas, los shebabs serían actualmente entre 5,000 y 10,000 combatientes. Algunos fueron formados en Afganistán; otros se originaron de Al-Ittiyad, matriz somalí de movimientos islamistas forjados en los años noventa. Otros fueron reclutados y entrenados por las Cortes Islámicas en el poder hasta 2006. Después, ellos aumentaron su poder durante la caída de estos últimos frente a la coalición de los países de África Oriental, apoyados por Estados Unidos. Sus demandas múltiples se apoyaban sobre un nacionalismo somalí y la voluntad de instaurar un Estado islámico fundado en la sharia. Obtienen igualmente su poder del control de tráficos ejercidos por los jóvenes sin perspectivas y a los cuales les proponen el establecimiento de una Yihad global gracias a su inserción en las redes internacionales.
Marco teórico
1. Una violencia intergeneracional. En el seno de Somalia, la violencia resulta de un enfrentamiento entre los shebabs, – jóvenes socializados en la violencia – y el gobierno oficial; los combates fueron esencialmente conducidos por la fuerza africana de la AMISOM.
2. Una violencia transnacional. La violencia de los shebabs se reviste igualmente de una dimensión regional y transnacional que se explica por la presencia de numerosos somalís en los países limítrofes (más de 600,000 refugiados en Kenia), somalís que manifiestan explícitamente la voluntad de desestabilizar el sistema de seguridad de países vecinos, comenzando por Kenia. Están ligados a los circuitos de transferencia de dinero porque Somalia se ha convertido en un territorio de guerra por poder entre Etiopía y Eritrea, siendo un problema aún para los países aliados de Estados Unidos que luchan contra el yihadismo.
Análisis
Los shebabs pueden ser analizados como un movimiento somalí. Originados históricamente de cortes islámicas, son jóvenes, sin otras perspectivas que el uso de las armas, la violencia y el control de los tráficos ilícitos. Pueden fácilmente desplegarse en el espacio somalí en razón de la débil legitimidad del gobierno. Considerando la incapacidad del Estado de controlar su territorio y de asegurar al menos las principales funciones exclusivas, mezclan intimidación a través de la violencia y protección de las poblaciones. Ciertamente, han instaurado una sharia impopular – prohibición de masticar khat, escuchar música -, pero igualmente han establecido un orden facilitando los intercambios comerciales. Por esta razón se benefician de apoyos que les permiten una cierta capacidad militar sobre el plano convencional.
Sus principales recursos siguen siendo la autoridad que imponen sobre los tráficos ilícitos y los impuestos locales que establecen sobre los hombres de negocios y los comerciantes. En fin, obtienen también sus ganancias de las relaciones que tienen con los piratas. Apoyados por las fuerzas llegadas notablemente de Afganistán y de Eritrea, los shebabs se oponen al gobierno federal de la transición. A finales de 2010, controlaban todavía una gran parte de Mogadiscio así como el centro y el sur del país. Pero frente a las acciones militares de la AMISOM, finalmente perdieron una capacidad de generar problemas en el corazón de Somalia. Entonces dejaron las principales ciudades, comenzando por Mogadiscio. Después, se diseminaron en las zonas rurales y se fusionaron con la población. Por otro lado, el 1 de septiembre de 2014, perdieron a su jefe Abdi Godane, reemplazado por Ahmed Umar Abou Oubaïda.
Su acción se volvió sobre todo regional y transnacional. En efecto, como en el caso de Boko Haram, la regionalización de sus intervenciones compensa su pérdida de poder sobre el territorio somalí. Actualmente parece comprobado que tienen vínculos con las compañías de transferencia de dinero somalís, pueden así insertarse progresivamente en las redes yihadistas de alcance mundial. A través de los atentados suicidas o acciones terroristas, buscan realizar combates asimétricos que pretenden la mediatización por el horror. Ciertamente, no participan aún actualmente de una yihad global. Sin embargo, han hecho lasos personales y organizacionales con grupos afiliados a Al Qaeda o Boko Haram lo cual indica claramente su objetivo final.
Esto significaría que los países vecinos están actualmente más amenazados. Con 700 kilómetros de fronteras comunes con Somalia, Kenia aparece políticamente muy dividida. Estos países buscan sin embargo aumentar su dispositivo militar, evitando las tensiones entre cristianos – quienes representan tres cuartos de la población – y musulmanes. Se esfuerza además por asegurar a los turistas y a los hombres de negocios. En cuanto a Jubalandia situada al suroeste de Somalia, en la frontera con Kenia, se trata de una zona tapón largamente poblada de somalís. Los ataques de shebabs perpetrados sobre este territorio tienen por objeto atizar las tensiones religiosas y oponer las fuerzas políticas. Respecto a Etiopía, ha sido hasta ahora ignorada, a pesar de compartir 1,600 kilómetros de frontera con Somalia. Organizado como Estado federal, comprende una población en su mayoría somalí viviendo principalmente en el Ogaden. Pero este país sigue siendo un Estado pivote que permite a los Estados Unidos hacer la guerra por delegación. Es entonces inevitable que las acciones militares en el seno de Somalia se transformen en el corto plazo en acciones terroristas ligadas a las redes transnacionales y a los somalís expatriados.
Los horrores mediatizados que buscan sembrar el terror y ganar guerras mediáticas, pesan sobre el turismo y los asuntos de los occidentales en Kenia, en Etiopía o en Uganda. En el caso de Somalia, como en el de Afganistán o de Boko Haram, parece que las soluciones militares implementadas por la AMISOM no pueden tener sino una eficacia limitada. En efecto, las respuestas permanentes siguen siendo del orden político. Estas requieren la implementación de estructuras estatales y el establecimiento de un gobierno legítimo.
Referencias
Hugon Philippe, Géopolitique de l’Afrique, 3e ed., Paris, SEDES, 2013.
Mashimongo Abelard Abou-Bakr, Conflits armés africains dans le système international, Paris, L’Harmattan 2013.
Véron Jean-Bernard, « La Somalie cas d’école des Etats dits “faillis” », Politique étrangère, 76 (1), print. 2011, pp. 45-57.