Por Thomas Lindemann
Traducción : Ulises Aquino
Passage au crible n°122
Source: Wikimedia
La drástica caída del Rublo, la caída de los ingresos energéticos, el congelamiento de las propiedades de los dirigentes en el extranjero: Rusia ya ha pagado caro la anexión de Crimea. Los países occidentales en efecto decidieron sanciones militares (embargo sobre la importación y exportación de armas provenientes o destinadas a Rusia), económicas (por ejemplo la imposibilidad de comprar o vender acciones rusas por ciudadanos europeos) o incluso tecnológicas y energéticas. Además, los Estados europeos prohibieron a sus empresas nuevas inversiones en las infraestructuras de transporte y de telecomunicaciones y en el sector de la energía en Crimea y en Sebastopol. La UE igualmente decidió bloquear las pertenencias de múltiples hombres de negocios rusos, cercanos al presidente Putin. Finalmente, Rusia parece políticamente cada vez más aislada. Durante la 9ª cumbre del G20 en Brisbane, Australia, el 15 y 16 de noviembre de 2014, el presidente Putin fue fríamente recibido por su anfitrión australiano. Anteriormente, fue excluido del G8 inicialmente previsto en junio en Sochi y finalmente reemplazado por un G7 en Bruselas. Bajo estas condiciones, ¿por qué Rusia se anexó Crimea y por qué apoyan a los separatistas en Ucrania oriental, a pesar de estos costos económicos y políticos tan elevados?
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> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
Contexto histórico
La crisis entre Rusia y Ucrania puede comprenderse en cuatro secuencias principales. La primera radicalización de Rusia donde el recurso a la fuerza armada contra Ucrania no parece excluido, se produce después de la represión sangrienta de los manifestantes en de la Plaza Maidán en Kiev y la destitución del presidente Yanukóvich por el parlamento en la noche del 21 al 22 de febrero 2014. En ese momento, los manifestantes se habrían levantado contra la decisión del gobierno ucraniano de no firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea. Un nuevo gobierno dirigido por Oleksandr Turchínov luego por Arseni Yatseniuk, se declara en seguida a favor de la asociación con la UE fuertemente criticada por Rusia. Este último califica entonces el nuevo gobierno como ilegítimo y acuerda el derecho de asilo al antiguo presidente, blandiendo el peligro de un nuevo fascismo anti ruso. Un segundo momento de radicalización se produce el 27 de febrero mientras – para “poner a prueba su capacidad de acción” – Moscú implementa maniobras militares con su ejército terrestre sobre las zonas fronterizas con Ucrania. El 28 de febrero, hombres armados toman el control del aeropuerto de Simferópol. Así, un gran número de observadores sospecha sobre Rusia de apoyar a los separatistas de Ucrania oriental, más aún porque una parte del este no reconoce el nuevo gobierno. Además, la prohibición de la lengua rusa en 13 de las 27 regiones de Ucrania no facilita la adhesión de la parte oriental a las nuevas instituciones. Una tercera etapa se produce en el mes de marzo, mientras Crimea, fuertemente poblada de hablantes de ruso, declara su independencia y su incorporación a Rusia. Ésta acepta la proclamación a pesar de las amenazas de fuertes sanciones económicas. Finalmente, una cuarta secuencia aún en curso se caracteriza por el apoyo militar de Rusia a los separatistas, una ayuda que no excluye el recurso de la fuerza militar. En su discurso de año nuevo, el presidente Putin advirtió a sus ciudadanos que tiempos difíciles se avecinaban en el plano económico, haciendo responsable a Europa de esta situación.
Marco teórico
1. Los enfoques universalistas: del sosiego a las sanciones. Para comprender la evolución de la política rusa a través de la política ucraniana y occidental, existen tres orientaciones teóricas principales con dos variantes cada una – amenaza de castigo o promesa de recompensa -: 1) la disuasión (realismo ofensivo), 2) el sosiego tranquilizador (realismo defensivo), 3) las sanciones y/o las recompensas económicas (liberalismo) o incluso las sanciones o recompensas simbólicas (por ejemplo la exclusión de Rusia del G8).
2. El análisis contextual. Sin embargo, nosotros tomaremos otra vía, más preocupada de las propiedades sociales del objetivo. Esta marcha contextual se observa notablemente atenta al tipo de legitimidad reivindicada por los dirigentes de una colectividad política. En efecto, si quieren mantener su poder, todo dirigente debe en primer lugar considerar la manera en la cual las decisiones de política exterior afectan su capital simbólico en la arena interna. Según nuestra tesis – de inspiración weberiana – el gobierno ruso reivindica actualmente una legitimidad carismática de protector de las minorías rusas y de los eslavos ortodoxos así como una identidad viril acentuando la exhibición de fuerza física y sobre el desprecio por la muerte. Así, podemos esclarecer de mejor manera el fracaso de las sanciones occidentales y la necesidad simbólica del gobierno de socorrer a sus hermanos.
Análisis
Siguiendo las secuencias de radicalización de la política rusa, observamos que ha reaccionado en primer lugar a importantes desafíos que podríamos calificar de vulnerabilidades simbólicas en términos de imagen y de su estima. El arraigamiento occidental del nuevo gobierno y la prohibición de la lengua rusa preceden el primer momento de radicalización. Además, conviene recordar el temor ruso de ver a Ucrania asociada a la UE, es decir a la OTAN. No debemos tampoco subestimar los llamados a los hermanos rusos en Crimea y en Ucrania oriental que no son necesariamente inspirados por el presidente Putin. En lo que concierne a las sanciones económicas y diplomáticas al encuentro de Rusia, es difícil afirmar que ellas agravaron la crisis, pero en todo caso tampoco favorecieron las negociaciones. Las crono-lógicas revelan entonces que las políticas ucranianas y occidental aparecían simbólicamente costosas para la imagen de país que los dirigentes rusos pretendían proyectar en el mundo y aún más en su casa. Las motivaciones de los dirigentes rusos ilustran el peso de las consideraciones simbólicas en la decisión de apoyar a los Rusos de Ucrania. El presidente ruso, amigo de los motociclistas y cinturones negro de judo, se ha mostrado siempre con un aspecto viril, retratándose con el tordo desnudo, con un tigre y frecuentemente en uniforme. No cesa de afirmar que Rusia sigue siendo una gran potencia y que su país posee – a diferencia de los occidentales – cualidades de abnegación y de sacrificio. Así, este discurso parece aún popular en Rusia y el nivel de popularidad presidencial se mantiene en un nivel muy elevado en la opinión pública.
El relato heroico y protector de Putin permanece incompatible con las concesiones políticas bajo presiones económicas que correrían peligro de hacerlo parecer cobarde. Así, los dirigentes occidentales no ignoran ciertamente sus coacciones simbólicas. Como Putin, ellos deben, también, atender a su legitimidad fundada, por su parte, sobre valores democráticos y de respeto de los derechos humanos. Todo sucede como si los golpes exteriores de los dirigentes políticos estuvieran en realidad jugados igualmente teniendo como objetivo la escena doméstica a fin de parecer conforme a un rol asumido.
Referencias
Jego Marie, “Poutine, le mâle absolu”, www.lemonde.fr, 24 janv. 2014.
Lindemann Thomas, Causes of War. The Struggle for Recognition, ECPR, Colchester, 2011.
Tsygankov, Andrei P., Russia and the West from Alexander to Putin. Honor in International Relations, Cambridge, Cambridge University Press 2014.