Por Clément Paule
Traducción : Daniel Del Castillo
Passage au crible n°11
La reforma del sistema de salud norteamericano se enfrentó en enero de 2010 a la oposición de las compañías farmacéuticas reunidas en el PHRMA (Pharmaceutical Research and Manufacturers of America). Estas industrias se niegan a que el período de doce años, durante el cual poseen el monopolio de explotación de sus productos, sea reducido como lo desea el presidente Barack Obama. Por esta razón, amenazan a la Casa Blanca y al Congreso con “retirar su apoyo” al proyecto de ley. Esta amenaza evoca implícitamente los considerables recursos de estos actores privados, sobre todo en lo que respecta al lobbying sobre los parlamentarios. Objeto de numerosas críticas, la industria farmacéutica representa un sector atípico: 1) Por los beneficios que acumula cada año: a pesar de la crisis financiera, IMS (Intercontinental Medical Statistics) Health estimaba por ejemplo que, en el 2008, el mercado mundial de medicamentos valía 770 mil millones de dólares. 2) Por la especificidad de los bienes producidos que apuntan hacia lo terapéutico universal y están, por ende, estrechamente ligados a los sistemas de protección social.
> Contexto histórico
> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
De producción artesanal durante largo tiempo, la fabricación de productos farmacéuticos se transformó en una verdadera industria a finales del siglo XIX. El aporte de la química acelera en ése momento el ritmo de los inventos terapéuticos. Se pueden citar al respecto, la aspirina descubierta por Bayer hacia 1985 o también, las penicilinas sintéticas. Pero el auge mundial de estas empresas comenzó después de 1945, cuando compañías norteamericanas como Pfizer se internacionalizaron, aprovechando la creación de sistemas de protección social. De hecho, la segunda mitad del siglo XX se caracterizó por el surgimiento de competidores europeos y japoneses además del establecimiento de poderosas multinacionales farmacéuticas.
Desde los años ochenta, se observa un movimiento de concentración en este sector, movimiento que tiene propensión a la integración mundial de la producción. De esta manera, los dos gigantes británicos GlaxoWellcome y SmithKlineBeecham PLC se fusionaron en el 2000 por 75,9 mil millones de dólares, mientras que Pfizer compró Wyeth en el 2009 por 68 mil millones de dólares. Esta reestructuración consagra la dominación de unos veinte laboratorios llamados big pharma, en mayoría 1) norteamericanos Johnson & Johnson, Merck, 2) europeos – Sanofi-Aventis (Francia), Novartis (Suiza), AstraZeneca (anglo-sueco) y 3) japoneses (Takeda). En cuánto al resto del sector, se compone de estructuras medianas muy especializadas, empresas biotecnológicas y fabricantes de medicamentos genéricos.
La Economía Política Internacional resalta particularmente los efectos de la globalización de la industria farmacéutica, y sobre todo el impacto normativo de sus actores en las políticas nacionales de salud pública.
1. El poder estructural (structural power). Este concepto, propuesto por Susan Strange, permite destacar el papel internacional de estos interventores económicos no-estatales. Ocupando posiciones dominantes en las estructuras de producción y financiación, pero también en aquellas de seguridad y saberes, los big pharma logran orientar tanto el contenido de las normas sanitarias como su difusión.
2. Diplomacia no-estatal y difusión normativa. Gracias a los diversos recursos que están a su disposición como el lobbying, la industria farmacéutica ha producido un fuerte impacto en las negociaciones internacionales y las políticas de salud pública estatales.
Concentración y financiarización de un oligopolio. El grupo de los big pharma se desarrolla al ritmo de las fusiones y/o adquisiciones, necesarias para compensar la reciente desaceleración de la innovación y sostener presupuestos de investigación en constante aumento. Las OPA (Ofertas Públicas de Adquisición) hostiles, la rivalidad transatlántica y las estrategias predatorias coexisten sin embargo con tendencias a la organización en cartel, la cooperación, e incluso la colusión. Fue así que en el 2001, ocho laboratorios fueron condenados por la Comisión Europea a pagar una multa de 850 millones de euros por haber establecido un pacto ilícito en la venta de vitaminas. De igual forma, el co-marketing acuerdo que busca conquistar mercados extranjeros sigue siendo una práctica desarrollada por las grandes compañías, generalmente cotizadas en la bolsa.
Lobbying internacional para la propiedad intelectual. El peso financiero del sector se refleja en el ámbito mundial, en el marco de la IFPMA (International Federation of Pharmaceutical Manufacturers and Associations). Los big pharma, apoyados por sus respectivos Estados, defienden sobre todo la propiedad intelectual, vital para una industria basada en la innovación. Dentro de esta misma lógica, la Federación jugó un papel central, a mediados de los años noventa, en las negociaciones de la OMC (Organización Mundial del Comercio) sobre los ADPIC (Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio). Estos acuerdos fueron vitales para las grandes compañías que buscan mantener un monopolio de explotación sobre sus medicamentos más rentables, especialmente frente a los países emergentes. En ése caso, se trataba de entorpecer la difusión de medicamentos genéricos, copias menos costosas de productos farmacéuticos que son de dominio público. En 1998, 39 laboratorios entablaron incluso un proceso contra el gobierno sudafricano por violación de los Derechos de Propiedad Intelectual. No obstante, fueron obligados a retirar su queja tres años más tarde, cuando perdieron el apoyo de los países occidentales después de las campañas mediáticas llevadas a cabo por numerosas ONG. Dicho de otra manera, las compañías no pueden prescindir del soporte brindado por ciertos actores estatales, con los cuales mantienen relaciones variables que van desde el proteccionismo económico Francia y Aventis en el 2004 hasta el conflicto abierto cuando se trata de reformar los sistemas de salud.
Múltiples impactos en las políticas sanitarias de los Estados. A pesar de las tensiones, la industria farmacéutica se muestra como un poderoso productor de normas por su influencia sobre la investigación y su dominio del mercadeo. En efecto, desde las más altas instituciones, las grandes compañías participan en la definición de los problemas de salud pública, sin vacilar al momento de medicar comportamientos que hasta ahora no habían sido considerados como patológicos. La invención de enfermedades como el envejecimiento fisiológico , se presenta por lo tanto como una solución al déficit de innovación terapéutica. La difusión mundial de los productos creados de esta manera está garantizada por las actividades promocionales llevadas a cabo y el lobbying realizado entorno a los profesionales de la salud, incluso a los pacientes mismos, a través de programas de observancia y tratamientos preventivos.
Lógicas económicas contradictorias con los objetivos de la salud pública. Los laboratorios participan en la profundización de las desigualdades mundiales ya que orientan sus inversiones hacia las patologías más rentables cáncer, enfermedades cardiovasculares para asegurar su presencia en los mercados norteamericano o europeo. Pero esta decisión estratégica no es favorable para las enfermedades infecciosas que arrasan los Países En Desarrollo.
Problemáticas de una regulación mundial. A pesar de que el sector permanece efectivamente regulado por algunas grandes agencias estatales, como la FDA (Food and Drug Administration) en los Estados Unidos o la EMEA (Agencia Europea de Medicamentos) en la Unión Europea, ninguna institución se encuentra actualmente encargada de llevar a cabo esta misión a nivel mundial. Hasta el día de hoy, los organismos de control existentes no disponen de presupuestos comparables entre ellos y actúan únicamente desde las altas instancias, a través de la expedición de las Autorizaciones de Comercialización (AMM), con ensayos clínicos realizados por la industria. Desde luego, el medicamento parece obedecer a las lógicas de un mercado muy lucrativo, y la salud hace de simple producto comercial, más que de Bien Público Mundial.
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