Por Alexandre Bohas
Traducción: Ulises Aquino Jiménez
Passage au crible n°81
La conferencia de la UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones) concluyó en diciembre 2012 por un desacuerdo entre sus Estados miembros concerniente al tipo de regulación para Internet. Así, esta falta de consenso se presenta por lo tanto decisiva para el futuro del sector en sí mismo mientras que revela antagonismos de poderes y visiones del mundo.
> Contexto histórico
> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
Desde finales del siglo XIX, la UIT regula la telegrafía, la telefonía y la radiodifusión, en particular a través de la atribución de las frecuencias de radio. Bajo el control de Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial, todavía es en ocasiones considerada como especializada y técnica. Sin embargo, esta concepción ha sido cuestionada, en los años setenta, por los proponentes del Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Telecomunicación que señalaron sus dimensiones políticas.
Aunque Internet se desarrolló fuera de la organización, pertenece al ámbito de las tecnologías de la información y de la comunicación. Es administrado por una organización sin fines de lucro y con sede en California, la ICANN (Internet Corporation for Assigned Names and Numbers). Ésta tiene a su cargo, por un lado, el sistema de nombres de dominio y, por otro lado, la coordinación de las acciones a favor de la seguridad, de la estabilidad y de la unidad en el seno de este espacio virtual. Sus funciones le confieren una influencia considerable con la introducción de este medio en el conjunto de esferas sociales, económicas y políticas. Por esto, China, Rusia y Arabia Saudita han querido integrarlo al régimen de la UIT a pesar de la oposición de naciones occidentales. Para justificar su decisión, ellos han invocado “el derecho para cada gobierno de administrar los códigos, direcciones, nombres e identificaciones Internet”[1]. Después del voto de esta proposición por una mayoría de Estados, 55 países liderados por Estados Unidos rechazaron firmar todo tratado que incluyera una extensión de ese tipo de competencias que amenazaría, según ellos, el modelo de gobernanza y el carácter único de Internet.
1. El sistema internacional como “bloque histórico”. Desde la perspectiva holística de Gramsci, la esfera mundial estaría marcada por la dominación de coaliciones hegemónicas, dotadas de bases económicos, sociales, institucionales e ideológicos (Robert Cox et Stephen Gill). De lo contrario, los Estados no constituirían otra cosa que superestructuras heterogéneas, objetos de luchas, mientras que los intereses, organizaciones y grupos transnacionales engendrarían la estructuración global. Este paradigma adquiere la ventaja de buscar a identificar los cambios de sistema, escapando a través estatocéntrico.
2. Las gobernanzas mundiales al servicio de la preponderancia estadounidense. La globalización favorece el auge de los “procesos e instituciones formales e informales por las cuales las reglas son creadas, su respeto obtenido y los bienes acordados en la búsqueda de objetivos colectivos”[2]. Los actores no estatales se encuentran plenamente reconocidos en detrimento de los gobiernos que pierden su estatus privilegiado. Estos tipos de regulaciones políticas híbridas ratifican entonces las nuevas relaciones de fuerza, al mismo tiempo que ellas refuerzan una configuración internacional favorable a los Estados Unidos.
Los conflictos relacionados con Internet sacan a la luz la magnitud de los cambios provocados por ese medio de comunicación en los países en desarrollo. Fruto de una tecnología y de descubrimientos occidentales, su uso implica valores como la libertad de expresión y la igualdad entre usuarios así como interdependencias y solidaridades transnacionales. Además, sus contenidos accesibles en todas partes del mundo proyectan ideologías, representaciones específicas así como modos de vida. A este respecto, sus dimensiones socioculturales son transmitidas en el resto del mundo a medida que se despliega. De ahí la desconfianza, incluso la oposición, de las elites gobernantes, en los cuales los regímenes se encuentran en contradicción con los mensajes entregados en la red. Este último efecto socava en efecto los fundamentos de sus poderes tachándolos de ilegitimidad y permitiendo aumentar los medios de acción a los skilled individuals. Recordemos que mediante este concepto, James Rosenau quiso señalar las capacidades y los recursos acrecentados de los individuos en la escena global.
Por otra parte, esta oposición a la edificación de un espacio digital permite darse cuenta de una reacción de los Estados-nación contra la proliferación de sitios transnacionales de gobernanza donde se encuentran sobrepasados por actores y procesos no estatales. En comparación con una organización internacional, estas instancias favorecen implícitamente las sociedades civiles. A título de ejemplo, la dirección de la ICANN se compone de un consejo de 16 miembros que representan los medios informáticos, las comunidades regionales de internautas, y las empresas de los e-business, notablemente a través de la Generic Names Supporting Organization y la At-Large Advisory Committee; mientras que los Estados están asociados únicamente a título consultivo, gracias al Governement Advisory Committee. Presentes, ellos continúan entonces sin estatus privilegiado. Basta decir que son dejados de lado por esta organización que mantiene directamente vínculos con los miembros de las sociedades civiles – especialistas técnicos, militantes, internautas y operadores económicos – gracias a los encuentros regulares y una participación en el seno de sus órganos de nominación y de decisión.
Agreguemos que las estructuras estatales de tipo autoritario permanecen estructuralmente frágiles en esas configuraciones en razón de las restricciones que imponen a sus grupos sociales. En ese sentido, la gobernanza mundial favorece la preponderancia estadounidense que se caracteriza por el dinamismo y la diversidad de su sociedad. Ese mundo de regulación le asegura una preponderancia de hecho frente al aumento de las potencias estatales, que son dirigidas por hombres fuertes, un crecimiento a marchas forzadas y de los fondos soberanos. En consecuencia él contribuye institucionalmente al “bloque histórico” estadounidense. Denunciando el acuerdo de Dubái, los Estados Unidos se volvieron los portavoces de los intereses económicos de Occidente de los cuales las tecnologías de la información y de la comunicación constituyen los principales. Además, el libre ejercicio de Internet refuerza las ventajas competitivas de sus grandes compañías que ya están plenamente desarrolladas. Finalmente, defendiendo Internet, se asegura del apoyo de las opiniones occidentales, de los militantes de las libertades, pero también de los internautas silenciosos de los países en desarrollo. Así, adquiere un asentimiento implícito de tipo hegemónico, que contribuye la expansión de su sistema internacional.
Este estudio nos conduce a asociar la evolución de las instituciones internacionales a la estructuración de la esfera mundial. Sólo un enfoque sistémico permite identificar esos vínculos, eso que hace posible una politización de esas transformaciones gubernamentales, reputadas funcionales.
Cox Robert W., Sinclair Timothy J., Approaches to World Order, Cambridge, Cambridge University Press, 1996.
Garber Megan, “How the UN’s ‘Game-Changing’ Internet Treaty Failed”, Atlantic online, 14 Dec. 2012.
Gill Stephen, Gramsci, Historical Materialism and International Relations, Cambridge, Cambridge University Press, 1993.
“Global Internet Diplomacy”, The New York Times, 14 Dec. 2012.
IUT, Final Acts. Conference on International Telecommunications, 3-14 Dec. 2012, disponible à la page web :
www.itu.int/en/wcit-12.
ICANN, Nominative Committee. Final Report, 2012, disponible à la page: http://nomcom.icann.org.
Kelley Lee, Global Telecommunications Regulation: A Political Economy Perspective, London, Pinter, 1996.
Koppell Jonathan, “Internet Corporation for Assigned Names and Numbers” , in: Held David, Hale Thomas (Eds.), The Handbook of Transnational Governance : Institutions and Innovations, Cambridge, Polity Press, 2011, pp. 176-182.
Rosenau James N., Turbulence in World Politics: a Theory of Change and Continuity, Princeton, Princeton University Press, 1990.
“UN Telecom Treaty Approved Against U.S. Web-Censorship Concerns” , The Washington Post, 13 Dec. 2012.
[1]. Garber Megan, “ How the UN’s ‘Game-Changing’ Internet Treaty Failed”, Atlantic online, 14 Dec. 2012.
[2]. David Held, Thomas Hale, The Handbook of Transnational Governance: Institutions and Innovations, Cambridge, Polity Press, 2011, p. 12.