Por: Franck Petiteville
Traducción: Maricarmen Gonzalez Cisneros
Passage au crible n°41
Frente a la crisis en Libia de la primavera de 2011, la Unión Europea (UE) progresivamente decidió situarse del lado de los insurgentes de Benghazi, pedir el retiro del poder del Coronel Kadhafi, adoptar sanciones contra su régimen el 11 de marzo de 2011 y propuesto una operación militar europea a vocación humanitaria el 1° de abril.
> Contexto histórico
> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
La vocación de la UE a administrar las crisis internacionales es tan antigua como la primera experiencia diplomática común, vía la Cooperación Política europea de los años setentas. El tratado de Maastricht (1992) elevó las ambiciones de la UE en el dominio de la gestión de crisis creando la PESC (Política Exterior y de Seguridad Común), resultándose impotente frente al conflicto en la ex Yugoslavia (250 000 muertos). El lanzamiento de la Política europea de defensa en 1999, progresivamente dotó de instrumentos militares de gestión de crisis quienes fueron principalmente utilizados en África en el año dos mil (intervenciones en la Republica Democrática del Congo en 2003, en Chad en 2008 y a lo largo de las costas somalíes en 2008-9)
La implicación de la UE en el Mediterráneo es también antigua. En estos últimos quince años conoció diferentes marcos; El proceso de Barcelona (1995) que descansa sobre el conjunto de acuerdos de cooperación económica y de ayuda al desarrollo, Política de vecindad (2004) y finalmente la Unión por el Mediterráneo, lanzada en 2008.
Sin embargo la Unión Europea se quedó corta frente a la primavera árabe. En un principio Reaccionando en orden disperso, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE trataron de presentar una posición común en el Consejo europeo extraordinario del 11 de marzo de 2011. Afirmaron su apoyo a las revoluciones árabes y principalmente a los anuncios de la transición democrática en Egipto y en Túnez. Tratándose de Libia, condenaron la represión, declararon al Coronel Kadhafi “ilegitimo” y reconocieron el “Consejo nacional de transición” establecido por los insurrectos de Benghazi como “interlocutor político”. En apoyo a las resoluciones del Consejo de seguridad de la ONU, la UE adoptó igualmente diversas sanciones contra el régimen de Kadhafi (embargo sobre las armas, prohibición de visas, congelamiento de ingresos, etc.) La UE manifestó principalmente su intención de impedir al régimen de almacenar los dividendos de las exportaciones de petróleo y de gas. El 1° de abril, la UE marca una nueva etapa sentando las bases de Eurofor Libia, una operación militar, rama de la PESC, apuntando a asegurar la ayuda humanitaria a las personas desplazadas por el conflicto, susceptible de realizarse bajo el mando de la oficina de asuntos humanitarios de las Naciones Unidas.
1. La crisis en Libia como una prueba de la cohesión de los veintisiete
Desde la perspectiva de la teoría realista de Relaciones internacionales, la noción de Política exterior es inapropiada. Efectivamente, en la configuración realista, es el Estado quién posee los atributos de la Política exterior: soberanía, interés nacional, potencia militar. Bajo esta perspectiva, los Estados miembros de la UE son reticentes a ceder su soberanía en materia de high politics de la manera en que lo hacen en el terreno económico. Los realistas no se sorprenden de que en cuanto hay una crisis internacional, los Estados miembros de la UE reaccionan en orden disperso, principalmente expresando su interés nacional, como fue el caso de la división europea sobre la guerra en Irak de 2003. La crisis en Libia por su parte, dio el sentimiento de confirmar dicha visión ya que los europeos no mostraron una posición común, ni fuerte ni visible. Por el contrario, las diplomacias nacionales se demarcaron nuevamente por su singularidad. Nicolas Sarkozy y David Cameron impusieron precozmente la idea de una intervención armada exterior. Angela Merkel, por el contrario, rechazó todo riesgo de entrar en guerra y se abstuvo al momento de votar la resolución 1973 del Consejo de seguridad, del 17 de marzo de 2011, concerniente a la zona de exclusión aérea. Por su parte, Berlusconi titubeó a causa de la reafirmación de la amistad italo-libia al principio de la crisis y hasta finales de abril del 2011 fecha de la conversión obligatoria hacia las operaciones armadas de la coalición.
2. Una prueba de credibilidad de la Política exterior europea después de Lisboa
Demasiadas esperanzas fueron depositadas estos últimos años hacia las nuevas potencialidades de la Política europea de defensa común y hacia las nuevas representantes de Política exterior creadas por el tratado de Lisboa: Presidente del Consejo europeo, Alto representante de los asuntos exteriores y de seguridad y Servicio europeo de acción exterior. Aún así, no es seguro que la gestión de la crisis en Libia por parte de la UE haya respondido a estas esperanzas. Efectivamente, en el terreno militar, fué la OTAN y no la UE quién tomo la responsabilidad de la operación de bombardeos hacia las fuerzas del coronel Kadhafi; la Política europea de defensa pudo ser únicamente movilizada al margen del conflicto para eventualmente ocuparse de la ayuda humanitaria. En el terreno diplomático, Herman Van Rompuy y Catherine Ashton hicieron lo que pudieron para turnarse las posiciones europeas sobre la arena internacional, pero su visibilidad se quedó limitada gracias al minimalismo de entendimiento de los veintisiete. Es posible afirmar entonces que la crisis en Libia, se haya una vez más desprendido de las capabilities expections gap mantenidas por los tratados europeos y por el discurso oficial de la UE. Dicho de otra manera, perdura el abismo entre las esperanzas levantadas por la UE, la opinión publica y las realizaciones efectivas dentro del orden internacional.
Las revoluciones árabes en general y la crisis en Libia en particular, nuevamente demostraron los límites de la Política exterior europea. Los europeos se tomaron demasiado tiempo para reaccionar positivamente a las reivindicaciones de los pueblos árabes y a mostrar una posición clara a favor de la salida de los dictadores, contrariamente a la rapidez del presidente Obama en referencia a Ben Ali y Moubarak. En el fondo, dichas revoluciones en cadena vaciaron el contenido de las Políticas de cooperación promovidas, desde hace ya mucho tiempo atrás, a favor del mediterráneo. Nunca apareció como un objetivo central de dicha Política la democratización de la región (las cláusulas de condicionalidad democrática insertadas en los acuerdos euro-mediterráneos nunca fueron activadas). Por el contrario, el temor europeo de la inmigración proveniente del Magreb y de África Subsahariana se volvió el punto central de la Política europea y más que nunca en esta época de revoluciones árabes y de crisis en Libia. Los europeos no lograron obtener un acuerdo sustancial para dar cuerpo a la famosa “responsabilidad de proteger” frente a la perspectiva de una intervención armada en Libia. Ciertamente la UE apoyó las sucesivas resoluciones del Consejo de Seguridad, principalmente las referentes a las sanciones contra Kadhafi, sobre la atribución de la competencia a la Corte Penal Internacional, la que concierne el lanzamiento de una operación de exclusión aérea. También participó a los pourparlers del Grupo de contacto sobre el futuro de Libia al lado de la Liga árabe y de la Unión africana. Aun así, la UE se quedó lejos del Consejo de seguridad y relativamente opacada detrás de las iniciativas de algunos Estados miembros (Francia y Reino Unido a la cabeza). En el plan militar, la oferta europea de una intervención humano-militar complementaria no parece despreciable pero – si se le llega a ver – sería únicamente porque se trata de una operación limitada y en suplemento de la potente intervención militar de la OTAN. La gestión europea de la crisis en Libia dejará el recuerdo de una reacción atada al mas pequeño denominador común, (sanciones, operaciones humanitarias) entre los Estados miembros divididos una vez más, sobre la legitimidad del recurso a la fuerza.
Delcourt Barbara, Martinelli Marta, Klimis Emmanuel (Éds.), L’Union européenne et la gestion de crise, Bruxelles, éditions de l’Université de Bruxelles, 2008, 270 p.
Petiteville Franck, « Les mirages de la politique étrangère européenne après Lisbonne », Critique internationale, avril-juin 2011, pp. 94-112.