Por Jean-Jacques Roche
Traducción: Julián Fernández
Passage au crible n°23
El 12 y 13 de abril de 2010 tuvo lugar en Washington la cumbre consagrada al terrorismo nuclear que reunió 47 jefes de Estado y de gobierno, bajo el auspicio del presidente de Estados-Unidos, Barack Obama, antes de la nueva conferencia de examen del TNP que se realizo en Nueva York del 3 al 28 de mayo de 2010.
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El terrorismo ha sido por mucho tiempo considerado como el arma del pobre. Es la razón por la que durante la Guerra fría, solo los países occidentales han intentado luchar contra esta amenaza que golpeaba principalmente sus medios de comunicación. Al respecto, hay que destacar la convención de 1979 contra la toma de rehenes, la de 1988 que organiza la lucha contra la piratería marítima y finalmente el Protocolo de Roma de 1988, relativo a la seguridad de las plataformas situadas sobre la plataforma continental. El fin de la bipolaridad no obstante, renovó la manera de abordar este gran desafío de las relaciones internacionales y al alba de la década de los años 90, permitió especialmente acabar con la oposición de los PED (Países en vías de desarrollo). Una resolución declaratoria de la Asamblea general de las Naciones Unidas referente a “las medidas para eliminar el terrorismo internacional” pudo ser votada por consiguiente el 9 de diciembre de 1994. Este texto anunciaba la adopción el 12 de enero de 1998, de la convención para la represión de los atentados terroristas cometidos con bombas.
Las armas nucleares existen desde 1945. Pero solamente nueve Estados las poseen hoy en día, oficialmente o no (China, Corea del Norte, Estados-Unidos, Francia, Israel, Paquistán, Reino-Unido, Rusia). Bien implantada, la diplomacia de desarme sigue sujeta a ocho conferencias de examen del TNP (Tratado de No Proliferación firmado en 1968 y prorrogado indefinidamente en 1995) y a cuatro tratados START de reducción de armas nucleares. Referente a estos últimos, los presidentes de Rusia y Estados Unidos firmaron en Praga el 8 de abril de este año, una nueva versión, START Follow-on. Finalmente, el TPCEN (Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares), fue adoptado en 1996. Hasta la fecha, no ha entrado en vigor – por falta de un número suficiente de ratificaciones – mientras que por otro lado el gobierno iraní amenaza todo el proceso de desnuclearización
En este contexto, la conferencia de Washington ha puesto de relieve los riesgos que la energía nuclear representa para la seguridad mundial. De hecho, ya no se toma en cuenta sólo las cabezas nucleares y sus vectores, sino el conjunto de los materiales fusionables para la fabricación de una bomba sucia. Presentes en los reactores civiles o los buques de propulsión nuclear como en las ojivas acumuladas – a veces con depósitos poco vigilados –, más de 1.600 toneladas de uranio y 500 toneladas de plutonio están dispersas por todo el mundo en casi sesenta países.
1. La seguridad global. Este concepto surgió en 1983 con un artículo pionero de Richard Ullman (Redefining Security), y fue desarrollado el mismo año por Barry Buzan en People, States and Fear. Se trataba de complementar el enfoque tradicional de la seguridad en términos diplomático-estratégicos por cuatro componentes en materia 1) de economía), 2) de derechos humanos, 3) de valores y 4) del medio ambiente. Desarrollado inicialmente bajo una perspectiva constructivista de la escuela de Copenhague, el concepto de seguridad global se le impuso a los Estados y a las organizaciones internacionales, como el marco operativo, siendo objeto de intensas reapropiaciones.
2. La modelización de las crisis. Siguiendo los trabajos de Brubacker y Laitin, a partir de ahora disocia la crisis de la violencia, todas las situaciones de tensión no conducen obligatoriamente a la violencia. Mientras que para Kenneth Waltz, la investigación disocia estrictamente los tres siguientes niveles: 1) los individuos, 2) las instituciones políticas y 3) las estructuras internacionales (Man, the State and War, 1959), es importante en lo sucesivo reunirlos en el mismo marco de análisis tratando de comprender los determinantes de las acciones individuales y sus consecuencias, tanto en el plano interno como en el internacional.
La Cumbre de Washington ha suscitado dudas sobre la capacidad de las burocracias de la seguridad pública para hacer frente al terrorismo nuclear. El carácter apocalíptico de la amenaza nuclear implica en efecto una inversión considerable de los diferentes servicios y hace indispensable la cooperación internacional. Si el peligro proviene ante todo de bombas sucias, hay que saber en cambio que estas últimas dejan rastros, fácilmente localizables. A condición de advertencia hayan sido transmitidas a tiempo, la eficacia de los servicios de contraespionaje y de policía pueden reducir eficazmente las posibilidades de éxito de un eventual ataque terrorista. Al respecto, las estrategias de alianza de los servicios especializados en el seno de estructuras unitarias – Homeland Security en los Estados Unidos, DCRI en Francia – permiten tratar mejor las informaciones reduciendo la competición intra e inter institucional. Recordando los imperativos de la cooperación internacional, la Cumbre de Washington sensibilizó además las instancias nacionales sobre las exigencias de una seguridad que se ha convertido en “ordinaria”.
Por el contrario, las bombas sucias – exponiendo a la muerte a los que deciden recurrir a ellas – están desafiando la capacidad de respuesta de las estructuras públicas que afrontan las decisiones individualmente. Ahora bien, las administraciones nacionales tardaron en adaptarse al concepto de seguridad global en la que el destinatario final ya no es el Estado, sino toda la especie humana. Esto se debe principalmente a que las amenazas no conciernen más al registro interestatal, sino que ahora se revelan transnacionales. El ejemplo de los Libros Blancos franceses demuestra la dificultad de adaptarse a un nuevo orden mundial. Mientras que el concepto de seguridad global apareció en la literatura académica desde el principio de los años ochenta, en el Libro blanco de 1994 no se hacía sin embargo ninguna referencia. De hecho, hubo que esperar el Libro blanco de 2008 para que la noción se volviera central para los poderes públicos a pesar de que el editor en 1994 se convirtió en presidente de la comisión a cargo del documento de 2008. Abordada en estas condiciones, la seguridad global contribuye desde entonces a ” la perversión ansiogénica del discurso estratégico ” –según la expresión de Jean Dufourcq – exacerbando el sentimiento de inseguridad por la dilución de los peligros. Como todos los demás ejercicios del mismo estilo, el Libro blanco francés erige así la cartografía de las representaciones mentales de sus redactores, sin aportar la menor pista que permitiría anticipar los procedimientos de desestabilización que podrían ser utilizados en un futuro cercano. En otros términos, la reflexión llevada ahora por las instancias político-administrativas parece adaptada para encerrar las brechas reabiertas por los ataques del pasado. En cambio, se muestra totalmente incapaz de anticipar los futuros modus operandi del terrorismo, fundados sobre los determinantes individuales.
Barry Buzan, People, States and Fear: The National Security Problem in International Relations, Brighton, Harvester Wheatsheaf, 1983.
Rogers Brubaker, « David Laitin, Ethnic and Nationalist Violence », Annual Review of Sociology, 24, 1998, pp. 423-452.
Jean-Jacques Roche, « Épistémologie de la Prospective Sécuritaire », Défense Nationale, juillet-août 2009, pp. 166-185.
Richard Ullman, « Redefining Security », International Security, 8 (1), Summer 1983, pp. 129-153.