Por Michaël Cousin
Traducción : Daniel Del Castillo
Passage au crible n°101
El 13 de noviembre de 2013, la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC) publicó su último reporte, producto de un análisis inquietante concerniente a Afganistán, primer productor mundial de la planta de adormidera. Ciertamente, esta planta con virtudes tranquilizantes, tiene un uso terapéutico cuando es transformada en morfina; pero se vuelve temible bajo la forma del opio, o peor aún, de la heroína. No obstante, el 90% de la venta de esta amapola psicotrópica proviene de este país en guerra.
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> Análisis
> Referencias
Desde hace varios años, la agencia de la ONU ha venido alertando internacionalmente sobre los peligros que implica el cultivo de la adormidera para este Estado. Cuando las tropas occidentales llegaron en 2001, la cantidad de plantaciones había caído fuertemente, pasando de 82.000 hectáreas, a tan solo 8.000 hectáreas. Sin embargo, las superficies cultivadas no han cesado de aumentar hasta alcanzar cerca de 209.000 hectáreas en 2013; siendo que el promedio entre 1994 y el 2000, se situaba alrededor de 68.150 hectáreas.
La UNODC explica este auge por diversos factores. Primero que todo, el aumento de la demanda mundial de los opiáceos, pero también los precios de compra atrayentes. Los campesinos afganos reciben aproximadamente de 160 dólares a 203 dólares por un kilo de opio, según su estado: ya sea fresco o seco. Mientras tanto, el precio del trigo no sobrepasa los 41 centavos de dólar por kilo. Además de este aporte pecuniario, los traficantes de drogas les garantizan a los cultivadores de la planta una relativa seguridad financiera, ya que éstos últimos son remunerados, en efecto, sobre su cosecha, incluso antes que ésta se lleve a cabo.
De hecho, los señores de la guerra no recibirían sino entre el 10% y el 15% de las ganancias de la droga, lo cual muestra que ellos no son los únicos actores de este tráfico. Incluso si el Estado afgano estableció políticas de lucha contra el cultivo de la adormidera – destrucción de los mismos, así como de los productos – parece que un 60% de los políticos elegidos en ése país permanecen más o menos relacionados con este mercado. La oficina de la ONU insiste también en la pluralidad de las etnias implicadas: los Hazara, los Tayiko y los Pastunes son algunos ejemplos de estas.
Por otro lado, Afganistán se revela desde ahora como uno de los más importantes consumidores de opio y de heroína en el mundo. En el 2009, cerca de 1,6 millones de afganos (sobre los 35 millones de habitantes) compraron estas substancias. Entre estos, encontramos a unos 120.000 usuarios de heroína por vía intravenosa. A pesar de todo esto, en el contexto actual, las condiciones políticas y sanitarias no permiten a los adictos a la heroína ni contar con una información confiable, ni con material esterilizado. No obstante, estas inyecciones constituyen un vector grave de transmisión del VIH – eso sin tener en cuenta las hepatitis virales – en un país dónde esta pandemia ya es antigua de tres décadas; y dónde la cantidad de usuarios aumenta cada año de manera exponencial.
1. “Estado Fantasma” (Shadow State). Inspirado en el concepto de politique du ventre, William Reno demostró con aquel de Shadow State (Estado Fantasma), que los mercados ilegales se desarrollan cuando falta autoridad estatal. Sin autonomía financiera, las élites políticas entonces buscan nuevas oportunidades de financiación, en un espacio ahora globalizado. Estas se esfuerzan por controlar ciertos recursos muy codiciados y dirigir sectores ilícitos (diamantes, maderas, armas, marfil y drogas), que les permiten mantener su poder sobre el resto del país.
2. El orden institucional. Estudiemos a la UNODC a partir de su ordenamiento institucional. En lo que a esto concierne, centrémonos sobre su sistema de valores y conductas regulares, aquel que sus miembros deben interiorizar y con el cual deben conformarse. Al mismo tiempo, ellos deben esforzarse por alcanzar los objetivos definidos por sus dirigentes.
Después de la destitución del Mollah Omar y la pérdida de sus funciones públicas fundamentales, el gobierno de George W. Bush y sus aliados occidentales, formaron en Afganistán una República Islámica y Democrática. Empero, este nuevo Estado importado no funciona como lo desearía la administración norteamericana. Por un lado, la elección presidencial de 2009 fue manchada por numerosas dificultades como las violencias, la débil tasa de participación y también numerosos fraudes electorales. Por otro lado, el sistema socio-económico de los afganos permanece sin estructura, y la seguridad nacional aún no es garantizada por nadie.
Es la razón por la cual, la administración Obama – siendo que ya se retiró de Irak en 2011 – mantiene todavía una presencia en Afganistán. Incluso, en este momento, Kabul negocia con Washington para que el Pentágono garantice un año más su seguridad. Sin embargo, sin una economía viable, el gobierno afgano se quedará en 2015 sin los medios necesarios para financiar a sus fuerzas del orden. Con excepción de los grandes proyectos, como la New Silk Road (nueva ruta de la seda) o los oleoductos; la Casa Blanca quiere liberarse de su compromiso anterior, sin proponer por ello soluciones locales que resulten más atractivas que el comercio de la adormidera.
El reporte de la oficina de la ONU subraya esta carencia, al igual que ciertas ONG y asociaciones afganas. Estas diferentes organizaciones comparten ciertamente el mismo análisis económico; en cambio, no consideran de la misma manera, hacerse cargo clínicamente de los daños sanitarios causados por los estupefacientes. De este modo, la línea de conducta y la norma de la UNODC se basa en el establecimiento de los cuidados destinados a los toxicómanos, a partir de tratamientos probados científicamente. Empero, si consideramos las medicaciones propuestas por esta agencia a los adictos a la heroína, todas revisten una eficacia limitada. Por el contrario, la Organización Mundial de la Salud (OMS), seguida por varias ONG y asociaciones nacionales, recomiendan una terapia basada en la metadona. A pesar de estar clasificada como un opiáceo, esta última no es producida a partir de la planta somnífera. Esta molécula es en realidad procedente de una síntesis química y se ingiere por vía oral – en solución líquida o en cápsulas – o por vía anal – gracias a un supositorio. Evitando así cualquier riesgo de contaminación por vía sanguínea. Además, posee una acción farmacológica más larga que la heroína, lo cual estabiliza fácilmente el estado de privación del consumidor.
Si los científicos reconocen las virtudes de la metadona, ellos mismos son quiénes divergen en cuanto a la evaluación de su calidad terapéutica; mientras que los Estados occidentales que recurren a esta muestran resultados prometedores. En otras palabras, este producto de substitución no posee aún la prueba científica de su eficacia. Coaccionada por sus propias normas, la UNODC duda actualmente sobre la posición que debe adoptar. Pero esta indecisión se revela perjudicial para la salud de los afganos.
UNODC, « Afghanistan: Opium Survey 2013, Summary findings », 2013, http://www.unodc.org/documents/crop-monitoring/Afghanistan/Afghan_report_Summary_Findings_2013.pdf
Médecins du Monde, « Guerre à la drogue ou guerre aux drogués : le quotidien des usagers de drogues afghans », 2013, http://www.medecinsdumonde.org/A-l-international/Afghanistan
Briquet Jean-Louis, Favarel-Garrigues (Éds.), Milieux criminels et pouvoir politique. Les ressorts illicites de l’État, Paris, Karthala, 2008, Coll. Recherches Internationales.
Lagroye Jacques, Offerlé Michel (Éds.), Sociologie de l’institution, Paris, Belin, 2010.