Por Michaël Cousin
Traducción: Daniel Del Castillo
Passage au crible n°96
El 25 de septiembre de 2013, el Instituto de Investigación sobre Falsificación de Medicamentos (IRACM, por sus siglas en francés) presentó un reporte sobre el crimen organizado relativo a los medicamentos falsos. Este estudio se propone conocer mejor este fenómeno, pero también suscitar reflexiones y proveer las herramientas para protegerse del mismo, de una mejor manera.
> Contexto histórico
> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
Durante mucho tiempo, los medicamentos fueron apartados de la falsificación, a pesar de la globalización de las economías nacionales y la expansión de las técnicas de comunicación. Sin embargo, según el reporte del IRACM, el fraude mundial habría comenzado en este sector desde la caída de la Unión Soviética (URSS). La falsificación de medicamentos se habría entonces incrementado cuando China ingresó a la Organización Mundial del Comercio (OMC). La distribución de medicamentos falsos habría llegado a ser tan importante que, entre el 2005 y el 2010, excedió el 20 % de la venta de los productos legales. Incluso si este fenómeno se presenta de manera global, atañe más que todo a los países en vías de desarrollo. Según el documento, el 10 % de los medicamentos vendidos en estos países serían falsos; contra solamente el 1 % en los países desarrollados.
Estas sustancias fraudulentas comportan varias características. Se trata, generalmente, de copias de los productos legales, sin ser por ello medicamentos genéricos. La mayoría de estas se encuentran mal dosificadas o mal acondicionadas. Algunas de ellas no presentan ningún principio activo, siendo que otras pueden llegar a contener compuestos tóxicos. Por otra parte, todos los tipos de medicamentos se encuentran afectados: los antisépticos, los anti-dolor y los anti-inflamatorios; pero también, los productos vitales, como los anti-retro virales (VIH, Hepatitis C, etc.). A manera de ejemplo, el análisis revela que en los noventa Estados que reciben tratamientos falsos contra el paludismo y la tuberculosis, se deploran cada año 700 000 decesos.
En la mayor parte de los casos, los clientes se vuelven cómplices de los falsificadores. No obstante, en el tráfico de los medicamentos falsos, el comprador actúa frecuentemente por cuenta propia, poniendo en juego su vida. Es la razón por la cual el IRACM califica esta falsificación de crimen organizado. En efecto, el falseamiento se basa en una estructura de actores múltiples – que van desde los particulares, hasta el gran bandidaje – y a distintas escalas: desde el grupo pequeño, hasta organizaciones transnacionales. Por otro lado, gracias a la liberalización de los mercados y el incremento de los medios de comunicación, los traficantes disponen de una buena cantidad de procedimientos de infiltración, entre los cuales se encuentra la criminalidad virtual. Pero, ciertos falsificadores también se valen de las redes de distribución oficiales, al punto que los profesionales de la salud – especialmente los farmacéuticos – son igual de engañados que los pacientes.
1. Los determinantes sociales de la salud. La salud de los individuos se encuentra condicionada por varios determinantes, tal el medio en el cual ellos evolucionan desde su nacimiento, hasta su vejez; sus condiciones de vida y de trabajo; así como, la calidad de los sistemas de salud a su disposición. Al respecto, las políticas públicas juegan un papel predominante en este campo, por lo que estas se encuentran igualmente condicionadas por las relaciones de dinero, de poder, y los recursos disponibles a nivel local, nacional y mundial.
2. La comercialización de la salud en beneficio del crimen organizado. En un contexto económico neoliberal, la privatización de los medicamentos a escala mundial – tanto en su creación, como en su distribución – permite una maximización de los beneficios. Las organizaciones criminales, al igual que los particulares, sacan provecho entonces de la competencia entre los tratamientos médicos a la cual se libran las compañías, para proponer falsificaciones más competitivas en términos de precio, pero con menores resultados. Esto produce el efecto que, estas imitaciones garantizan una fuerte rentabilidad.
Las empresas ilícitas se presentan como si desarrollaran negocios legales. Estas también buscan vender productos y sacar la mayor cantidad de beneficios posible de la actividad. Para esto, dichas empresas recurren a técnicas de administración igual de rebuscadas, como lo son de eficaces. Finalmente, estas emplean personal competente, teniendo al mismo tiempo cuidado de refinanciar su tesorería y reciclarla. En lo que a esto concierne, la falsificación de medicamentos resulta más rentable que la producción legal, ya que se encuentra eximida de cualquier inversión en investigación y desarrollo del producto. Además, su fabricación no responde a ningún estándar de calidad (malos acondicionamientos, empaques defectuosos, ningún componente activo, etc.) y permanece de forma clandestina.
Al respecto, el thriller británico de Carol Reed, El Tercer Hombre (1949), sigue siendo paradigmático. En efecto, en este se observa, en la Viena del despertar de la guerra, a traficantes que se aprovechan de la penuria en penicilina, para re-venderla diluida. A semejanza de estos últimos, los falsificadores de hoy prosperan igualmente sobre la pobreza o el empobrecimiento de poblaciones atraídas por cuidados médicos a menor precio. Como ellos, se benefician de la falta de información de los consumidores y la debilidad de los controles aduaneros.
A falta de disponer de sistemas eficaces de control físico o inmaterial, los Estados sufren las consecuencias de la apertura actual de las fronteras nacionales, lo que facilita, sin lugar a dudas, el trabajo de las organizaciones criminales. Estas sacan provecho de la desregulación de las economías nacionales y virtuales (la financiarización de los mercados), para distribuir su producción sobre la totalidad del planeta. Esta desmultiplicación de las etapas de confección de sustancias terapéuticas falsas, vuelve difícil la lucha contra su difusión. Aunado a esto, el uso de los paraísos fiscales procede al blanqueamiento de los beneficios resultantes de este comercio prohibido.
La diferencia entre estos criminales y la empresas farmacéuticas se basa en los métodos empleados para alcanzar sus fines. Ciertamente, la corrupción es utilizada por las dos entidades, pero las industrias lícitas no utilizan la violencia para insertarse en los mercados. Sin embargo, estas negociaciones no se construyen únicamente en base a una dominación sobre todos los actores inmiscuidos, también pueden desarrollarse gracias a la complicidad de individuos que buscan ventajas personales. Recordemos al respecto que los particulares a veces venden productos, por el intermediario de oficinas virtuales, sin conocer bien su calidad o su origen. En cuanto a los políticos y los funcionarios locales, ya ha sucedido que algunos de ellos favorezcan la circulación de medicamentos falsos, al interior de los sistemas de distribución oficiales (hospitales, farmacias, visitas médicas, etc.); con el objetivo comprobado de recibir a cambio servicios ocultos o mejores ingresos.
Estas trasgresiones no son el único problema que deben enfrentar los Estados. Las dificultades financieras de los países, sobre todo de aquellos en vías de desarrollo, alteran el buen funcionamiento de sus sistemas de salud. Por un lado, la protección industrial frena el acceso a los medicamentos más accesibles, como los genéricos. Por otro lado, sus gobiernos no pueden comprometerse sustancialmente en la prevención de esta criminalidad transnacional. Es cierto que, la Convención de Palermo, adoptada en el ámbito de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en diciembre de 2000, provee un marco para reforzar la cooperación policiaca y judicial a nivel internacional. No obstante, ninguno de los protocolos anexos (la trata de personas, el tráfico ilícito de migrantes y aquel de armas de fuego) se encuentra exclusivamente dedicado a este nuevo desastre para la humanidad.
Institut de Recherche Anti-Contrefaçon des Médicaments, « Contrefaçon de médicaments et organisations criminelles », 2013, lien : http://www.iracm.com/2013/09/liracm-presente-un-rapport-detude-inedit-contrefacon-de-medicaments-et-organisations-criminelles/
Organisation Mondiale de la Santé, « Déterminants sociaux de la santé », lien : http://www.who.int/social_determinants/fr/
Briquet Jean-Louis, Favarel-Garrigues Gilles (Éds.), Milieux criminels et pouvoir politique. Les ressorts illicites de l’État, Paris, Karthala, 2008, Coll. Recherches Internationales.
Pouvoirs, « Le crime organisé », (132), janv. 2010, pp. 5-137.