Por Armelle Le bras-Chopard
Traducción: Ulises Aquino
Passage au crible n°54
La condena a muerte de Sakineh Mohammadi Ashstiani por un presunto adulterio es emblemático de la violación de los derechos humanos y de la situación de las mujeres sancionadas fuertemente por la sharia en Irán. Este asunto ha movilizado a la opinión internacional desde 2010, lo que ha permitido obtener la suspensión de su condena a la lapidación. Sin embargo, a finales de diciembre 2011, tras el anuncio del cambio de su sentencia de lapidación a la horca, la campaña mundial de protestas ha resurgido con el fin de obtener su liberación.
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> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
Sakineh nació en 1967 en el Azerbaiyán iraní, al noroeste del país. Fue institutriz en la escuela maternal de su ciudad pero hablaba únicamente el azerí y no entendía el persa, lengua oficial de Irán. En 2006, fue condenada a muerte por complicidad en el asesinato de su esposo y por “relación ilícita” con un hombre. Esta acusación no fue probada por lo cual la primera pasó a segundo plano y se enfocó en el adulterio, castigado con la pena de muerte por lapidación. La ejecución inminente de la sentencia se anunció para junio 2010. Sometida a 99 latigazos reglamentarios, incluso cuando ella se creía inocente, Sakineh finalmente firmó una sentencia de muerte que fue extendida en un idioma que no comprende. Posteriormente fue forzada a confesar en televisión, antes de que su hijo y su abogado fueran arrestados junto con los dos periodistas alemanes que realizaron una entrevista previamente. El abogado anterior tuvo que dejar el país ya que, la represión del régimen estaba hostigando a su esposa.
Una ola de indignación de magnitud internacional tomó forma inmediatamente a través de manifestaciones que tuvieron lugar en más de 100 ciudades alrededor del mundo. Las peticiones y condenas contra Irán por parte de instancias internacionales se han multiplicado por no respetar los derechos humanos. Las protestas emanan incluso del universo cultural y de dirigentes políticos (el Presidente Lula propuso en su tiempo, acordar el asilo político de Sakineh en Brasil, petición rechazada por las autoridades en Teherán). Este conjunto de intervenciones ha llevado a la suspensión de una sentencia juzgada como “bárbara”. Pero a finales de 2011, Malek Adjar Sharifi – jefe de la justicia de Azerbaiyán Oriental, donde Sakineh está detenida desde hace 7 años – insinuó que la muerte en la horca podría ser sustituida por la lapidación. Una nueva movilización mundial se puso en marcha inmediatamente. Algunos días más tarde, Sharifi dio marcha atrás y declaró que sus propuestas habían sido malinterpretadas. La suerte de Sakineh aún no está decidida y suscita, a este respecto, una vigilancia internacional en todo momento.
1- El respeto a los derechos humanos. Irán refuta la concepción internacional de Derechos Humanos, por considerarlos una simple invención occidental. El gobierno actual promueve un relativismo cultural a través del cual intenta negar incluso la idea de los valores universales. Él los ve como un arma contra el Islam, incluyendo el Corán según los dirigentes iraníes, todos los derechos fundamentales desde hace catorce siglos, mucho antes de su desarrollo falaz en Occidente. De acuerdo con el principio 20 de la constitución “Todos los miembros de la nación, mujeres y hombres, están bajo la protección de la ley y gozan de todos los derechos humanos, políticos, económicos, sociales y culturales” pero con esta aclaración: “dentro del respeto a los preceptos del Islam”, es decir, de una cierta interpretación de la sharia. Así, la lapidación como otras violaciones a derechos humanos en este país (censura, tortura, amputaciones…) está legalizada en los artículos 102 y 104 del código penal iraní que describe minuciosamente su ejecución: las piedras no deberán “ser grandes al punto que la condenada muera después de haber recibido una o dos; no deberán ser tampoco tan pequeñas que no se les pueda otorgar el nombre de piedra”. Deberán ser bastante afiladas para hacer sangrar. Al sufrimiento infligido por esta práctica salvaje se añade la humillación ya que, la muerte deberá tener lugar públicamente como la flagelación, donde en el caso de Sakineh, su hijo de 16 años en ese entonces, fue obligado a asistir a la sesión de latigazos.
2.- La inequidad entre los sexos. Incubierta como igualdad, de hecho está institucionalizada. El principio 21 de la constitución precisa que “El Estado tiene el deber de garantizar los derechos de la mujer en todos los sentidos”… con la misma restricción: “dentro del respeto a los preceptos islámicos” que, de hecho, sitúan a la mujer bajo tutela. Por ejemplo, es obligatorio para éstas últimas, pedir la autorización de su esposo para salir de casa, viajar o trabajar. También están sujetas a obligaciones en la manera de vestir y subsisten discriminaciones en materia de derechos civiles y de la familia (inequidad frente a los procesos de divorcio o de herencia, etc.), el derecho al aborto está por supuesto prohibido.
La situación de las mujeres en Irán continua siendo paradójica. Ellas gozan en efecto de más libertades que las mujeres de otros países en el Golfo Pérsico (Arabia Saudita, Qatar, Bahrein…), principalmente en materia de estudios superiores (60% de las mujeres en la universidad), de empleo o deportes… Por otra parte, ellas no permanecen pasivas y se organizan en asociaciones. A este respecto, la abogada Shirin Ebadi, premio nobel de la paz 2003, resulta emblemática de este combate por los derechos humanos.
Heroína a su pesar, Sakineh aparece como el símbolo de esas mujeres que, en Irán, son víctimas de la lapidación. Pero, más allá de este país, ella es testimonio de la opresión de todas aquellas que sufren bajo el imperio de la sharia. Así, a finales de 2011, una de entre ellas fue decapitada en Arabia Saudita por “brujería”, al término de un juicio “islámicamente correcto”. Además, la euforia y las esperanzas suscitadas por las Primaveras árabes, dan lugar a una cierta inquietud después de las elecciones que han otorgado la mayoría a los partidos islámicos, incluso si ellos se presentan como “moderados” (Túnez, Egipto o Marruecos). Principalmente porque, por su parte, el Consejo Nacional Libio de Transición (CNT) ávidamente anunció, después de la liberación del país, su voluntad por reinstaurar la sharia.
Sin embargo, el islamismo radical no tiene el monopolio de esta triste organización de la supremacía masculina. Igualmente la encontramos en otros integrismos religiosos. Los ultra ortodoxos judíos, “los hombres negros”, ¿no se manifestaron recientemente en Israel, entre otros, por el establecimiento de una segregación de sexos en los espacios públicos? Ciertas comunidades protestantes o de grupos católicos dirigen, por su parte, comandos contra las clínicas que practican el aborto. Por último, las sociedades contemporáneas, incluso laicas, conocen aún en nuestros días, una inequidad entre sexos más o menos pronunciada. Dicho de otra manera, este “balance diferencial de los sexos” en beneficio de los hombres, que el antropólogo Françoise Héritier detectó en todo momento y en todo lugar, no excluye el Occidente.
Como en las revoluciones árabes y otras situaciones recientes, el rol de los medios y en particular del Internet ha sido fundamental en el asunto Sakineh. La reacción inmediata y de gran magnitud de las opiniones públicas, permitió hacer presión sobre los dirigentes políticos de numerosos países, en instancias internacionales – unos y otros se vieron obligados a tomar una posición – y sobre las autoridades de Teherán. Actualmente, la solidaridad internacional no se debilita y lo que reclaman estos ciudadanos del mundo no es solamente la prohibición de la pena de muerte de Sakineh sino también su libertad. Más allá de su caso, ellos exigen simplemente la abolición de la lapidación, de la cual son todavía víctimas otros individuos y para la cual Irán había anunciado una moratoria en 2002.
http://laregledujeu.org/2011/12/29/8385/sakineh%C2%A0-les-dernieres-et-tristes-nouvelles-de-l%E2%80%99iranienne/
Stengers Lauriane, Pierres non seulement – Conversations avec Sakineh Mohammadi Ashstiani, Editions BoD, 2010
Ver los sitios de Amnesty International y Human Rights Watch