Por Philippe Hugon
Traducción: Maricarmen Gonzalez Cisneros
Passage au crible n°37
El es presidente marfileño Laurent Gbagbo fue arrestado el lunes 11 de abril del 2011 después de más de cuatro meses de conflicto y de combates que sumergieron Abiyán en el caos, estas últimas semanas. El presidente electo, Alassane Ouattara accedió al poder con el apoyo de las fuerzas armadas de las Naciones Unidas y de Francia.
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> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
Desde hace más de diez años la Costa de Marfil se encuentra estancada en una gran crisis. Efectivamente, las elecciones presidenciales del 28 de noviembre del 2010, después de cinco anos de aplazamiento, no desbloquearon la situación. El 3 de diciembre, las Naciones Unidas, la Unión Europea, Francia, los Estados Unidos, la CEDEAO y la Unión Africana van a reconocer Alassane Ouattara como el vencedor. Las sanciones jurídicas (amenazas de la CPI, el congelamiento de las ayudas de la Unión Europea) o económicas (del FMI del Banco Mundial, de la BCEAO) fueron aplicadas contra Laurent Gbagbo, quien fuera asfixiado progresivamente en la esfera económica. Al mismo tiempo, las fuerzas militares de Alassane Ouatara se reforzaron disponiendo del apoyo de facto de la ONUCI y de la fuerza francesa Licorne. Después de fracaso del panel de cinco jefes de Estado, delegados de la Unión Africana el 28 de enero del 2011, las Fuerzas republicanas de la costa de Marfil pro Ouattara (FRCM), lanzaron una fuerte ofensiva tocando Abiyán el 31 de marzo. Las fuerzas de las Naciones Unidas (ONUCI) y francesas (Licorne) intervinieron el 4 de abril después del voto de la resolución 1975 (30 de marzo) del Consejo de Seguridad aspirando a “prevenir el uso de armas pesadas amenazando a los civiles”.
El origen de la difícil situación en la Costa de Marfil es antiguo y las elecciones desgraciadamente no pudieron ponerle un fin. En el 2000, Laurent Gbagbo fue elegido presidente de la República en medio de una serie de “calamidades” según sus propios términos, sin que Alassane Ouattara fuera autorizado a presentarse. En el 2002, las nuevas fuerzas del Norte dirigidas por Ghuillermo Soro fueron detenidas antes de llegar a Abiyán, dividiendo al país. Después del fracaso de los acuerdos de Marcoussis (enero de 2003) varios afrontamientos entre las fuerzas de Laurent Gbagbo y las fuerzas francesas se desencadenaron. Aun asi, los acuerdos de Ouagadougu del 4 de marzo del 2007 representaron un avance, a pesar de la división del país. La presencia de los cascos azules (más de 9000 hombres y casi 11000 en marzo 2011) y los soldados franceses de la Licorne (900 en un principio y después 1650 en abril 2011) volvieron imposible un conflicto generalizado, aunque el desarme de las nuevas fuerzas y de las milicias no pudiera realizarse antes de las elecciones. Finalmente, Laurent Gbagbo perdió las elecciones pero se mantuvo en el poder practicando una política radical.
La crisis en la Costa de Marfil revela dos líneas de fuerza:
1. Opone dos concepciones de las relaciones inter y transnacionales: la soberanista, etno -nacionalista y anti colonialista dentro de la cual jugaba Laurent Gbagbo apoyado por cientos de países africanos como Angola o África del Sur, actores que no dejaron de presentar a las Naciones Unidas como una fuerza de injerencia. El segundo enfoque internacionalista y legalista, el de las Naciones Unidas, el de las potencias occidentales y de la gran mayoría de los países africanos, apoyos de Alassane Ouatara.
2. Subraya la ambigüedad y la relativa impotencia de las acciones inter y transnacionales. Efectivamente, la átona Unión Africana fracasó diplomáticamente. En cuanto a la CEDEAO, esta no pudo enviar las tropas de la ECOMOG para apoyar las fuerzas pro-Ouattara. La Unión Europea, por su parte estuvo muy poco presente. Finalmente, la asfixia económica y financiera fue utilizada por la BCEAO, Francia y los Estados Unidos mientras que las Naciones Unidas reforzaban, demasiado tarde, el mandato de la ONUCI. Francia, quien privilegió el multilateralismo e intervino militarmente bajo el mando de las Naciones Unidas, prefirió la injerencia en lugar de la no-asistencia con el riesgo de ser percibida como una antigua potencia colonial.
La crisis política resulta de la débil legitimidad de responsables políticos del post-Houphouët (muerto en 1933), conjugado con la creación y la exacerbación etno-nacionalista de la marfilidad forjada por Konan Bédié. La crisis económica se explica a través del final del milagro marfileño fundado sobre la colonización de las tierras, la redistribución territorial de la renta del cacao, la creación de empleos y el aumento del ingreso per cápita. La antes floreciente economía – principalmente gracias al cacao – no pudo reponerse de la guerra civil de 2000-2003 ni de los años de inestabilidad que le siguieron. La baja de más de la mitad del ingreso per cápita entre 1990 y 2010, la explosión demográfica la más elevada del mundo y la alta tasa de inmigración constituyeron una configuración favorable a una etnización del juego político.
La crisis social reenvió a una oposición entre los olvidados (bajo el proletariado urbano, diplomados sin empleo) sensibles al discurso etno-nacionalista y los ricos mas de frente con la postura tecnocrática de un Ouattara. Sin embargo, el mestizaje es antiguo y las elecciones mostraron que los determinantes de los votos no relevaban de criterios étnicos o religiosos. Por el contrario, si los referentes identitarios no son el origen de la crisis, el odio y la violencia se avivan sin duda por la inseguridad del empleo y del ingreso.
Frente al irrespeto de los resultados electorales, la legalidad interna y la legitimidad internacional se situaban del lado de Alassane Ouattara. En cuanto a Laurent Gbagbo, este ultimo disponía de la movilización de jóvenes patriotas con una importante potencia de armas (fuerzas especiales, mercenarios, responsables de la armada) y de una legitimidad de parte de un sector de la población del Sur. Efectivamente este último estaba persuadido que había ganado las elecciones presidenciales y que se estaba asistiendo por consecuencia, a una injerencia, o hasta a una recolonización de la Costa de Marfil.
Salpicando a toda África del Oeste, dicha crisis marfileña muestra cambios esenciales en el equilibrio de fuerzas entre los actores marfileños, africanos e internacionales. Si oficialmente Francia no quería ejercer el papel de guardia de África, su acción militar fue determinante en la caída de Laurent Gbagbo. A este efecto, recordemos que su interés en la Costa de Marfil –locomotora de la UEMOA- es inmenso pues se trata de que Paris mantenga la presencia económica de grandes grupos industriales y de un buen número de franceses, al mismo tiempo asegurando la defensa de la francofonía. Ciertamente Laurent Gbagbo recibió el apoyo de responsables africanos como Jacob Zuma o dos Santos acordándose de su postura anti apartheid en la época en la que se oponía a Hophuët-Boigny. Por otro lado, varios miembros de la Unión Africana – habiendo ellos mismos tomado el poder por las armas – no estaban más preparados a reconocer los resultados de la elección. Finalmente, apoyos externos mostraron que ciertos países de África del Sur, China o Rusia tenían un cierto peso en el juego africano. Finalmente, fue la legalidad de la ONU la que triunfó.
Después de la caída de Lurent Gbagbo, los nuevos retos son importantes. Un gobierno de unión nacional y una comisión de reconciliación, justicia y perdón deben constituirse próximamente. Es el deber del presidente Alassane Ouattara de cumplir con lo esencial: reconstruir una armada nacional, desarmar la población y operar el relance económico, impulsando, al mismo tiempo una unificación territorial y un deseo colectivo de vivir.
Bouquet Christian, Géopolitique de la Côte d’Ivoire, Paris, A Colin, 2005.
Hugon Philippe, « La Côte d’Ivoire plusieurs lectures pour une crise annoncée » Afrique contemporaine, (206), été 2003.
International Crisis group, « Côte d’Ivoire ; faut il se résoudre à la guerre ? Synthèse et recommandations » Rapport (171), 3 mars 2011.
Tapinos Georges, Hugon Philippe, Patrice Vimard, La Côte d’Ivoire à l’aube du XXIe siècle, Paris, Karthala, 2002.