Por Josepha Laroche
Traducción: Ulises Aquino Jiménez
Passage au crible n° 137
Source: Wikipedia
El comité Nobel reunido en Oslo atribuyó este año (9 de octubre de 2015) el premio de la paz al cuarteto que conduce desde hace más de dos años el “diálogo nacional” en Túnez. Elogió en este caso “su contribución decisiva en la construcción de una democracia pluralista en Túnez después de la “revolución del jazmín” en 2011”. Este grupo, se compone de cuatro organizaciones las cuales emanan de la sociedad civil: 1) el sindicato UGTT (Unión General Tunecina del Trabajo). 2) la Federación Patronal Utica (Unión Tunecina de la Industria, el Comercio y la Artesanía). 3) La liga Tunecina de los Derechos Humanos. 4) La Orden Nacional de los Abogados. El jurado estimó que habrían solidariamente permitido desactivar un conflicto entre los islamistas y anti islamistas quienes amenazaban con hundir al país en el caos.
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> Marco teórico
> Análisis
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Contexto histórico
En el invierno 2010, como muchos otros compatriotas, un joven licenciado desempleado, el tunecino Mohamed Bouazizi, vende frutas y legumbres para sobrevivir en el mercado de Sidi Bouzid. Desprovisto de toda autorización administrativa, es arrestado por la policía y su mercancía confiscada. Sin poder hacer valer su causa, elige entonces inmolarse el 17 de diciembre de 2010. Así, de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, una gran parte de la población tunecina manifiesta su solidaridad hacia el joven hombre. Al mismo tiempo, se movilizan contra el poder al mando, acusado de ser responsable del desempleo y de la corrupción que minan la economía. En los días siguientes, todo el país está ardiendo al grado que el gobierno responde a las manifestaciones populares mediante una implacable represión policiaca. Finalmente, después de un mes de disturbios y la organización de una huelga general, el régimen se derrumba. A pesar de un ligero reajuste gubernamental y algunos vagas propuestas de apaciguamiento, el presidente Ben Alí tuvo que huir a Arabia Saudita el 14 de enero de 2011, poniendo así fin a 23 años de reinado ininterrumpido. Por lo tanto, vamos a hablar de la “Revolución del Jazmín” para caracterizar esta secuencia histórica.
Mohamed Ghannouchi forma enseguida un gobierno de transición y de unión nacional. Paralelamente, todos los presos de conciencia son liberados, mientras que la Liga de los Derechos Humano es restaurada en sus derechos y el principio de la libertad total de la información es proclamado. Finalmente, el Ministerio de Comunicación, acusado bajo Ben Alí de censurar a la prensa y de prohibir la libertad de expresión, es eliminado. Frente a las presiones, Ghannouchi es obligado a renunciar el 27 de febrero de 2011. Él es reemplazado por el antiguo ministro de Bourguiba, Béji Caïd Essebsi. El estado de excepción, en vigor desde enero de 2011, será mantenido. Después de las elecciones legislativas del 26 de octubre de 2014, las cuales ven al partido anti islamista Nidaa Tounès (Llamado por Túnez) llegar a la cabeza, la Asamblea de Representantes del Pueblo reemplaza a la Asamblea Constituyente. En la segunda vuelta de la elección presidencial celebrada el 21 de diciembre de 2014, Caïd Essebsi gana las elecciones con 55.68% de los votos contra 44.32% para Marzouki. Se convierte así en el primer presidente resultado de una elección democrática y transparente. Después de haber conocido múltiples años de inestabilidad política, problemas de improvisación institucionales, Túnez parecía entonces haber conquistado una cierta estabilidad. Sin embargo, fue posteriormente golpeada duramente por diversas operaciones islamistas. Primeramente, el ataque perpetrado por el Estado Islámico contra el Museo del Bardo el cual tuvo lugar el 18 de marzo de 2015, matando a 24 personas (21 turistas, un agente de las fuerzas del orden y dos terroristas) y dejando 45 heridos. Después, el ocurrido el 26 de junio de 2015 en el centro vacacional de Port El-Kantaoui, el atentado dijo de Sousse también fue revindicado por Daesh, dejando 39 muertos y 39 lesionados. Finalmente, esta organización nuevamente revindicó el ataque suicida que tuvo lugar en Túnez el 24 de noviembre de 2015 y que golpeó a la guardia presidencial.
Marco teórico
1. El Nobel a un proceso de secularización. Construida en el transcurso de las décadas, la diplomacia Nobel aparece por lo tanto bien afirmada y claramente identificable. Fundada sobre los valores del humanismo enunciados desde 1895 por Alfred Nobel en su testamento, se observa hoy en posición de tomar partido con fuerza en los grandes temas internacionales. Así, por ejemplo, otorgando el premio Nobel de la paz a los militantes a favor de un Túnez laico y democrático, el Comité Noruego ha manifestado su apoyo frente a los islamistas de los cuales son víctimas. En este caso, tratan de hacer uso de todo su peso simbólico en el combate político que se juega actualmente en ese país. Incluso, más allá de ésta última, toma resueltamente una postura a favor de todos aquellos que luchan en el mundo contra Daesh.
2. El Nobel a una sociedad civil completa. Las condiciones tan estrictas de atribución de los premios detallados por Alfred Nobel e instituidos en 1901 no permiten a los Comités cuales quiera que sean – física, química, psicología-medicina, literatura, economía – de otorgar el premio Nobel a más de tres galardonados al mismo tiempo. Notamos entonces, en este caso, que el jurado de Oslo ha eludido – si no transgredido – esta prohibición designando al cuarteto como sólo y único destinatario. Sin embargo, a través de ellos, es importante entender que es el conjunto de la sociedad civil a la cual la institución Nobel ha decidido distinguir, gratificar y por lo tanto apoyar políticamente.
Análisis
Contamos actualmente varios centenares de miles de muertos en la guerra que agobia desde hace cuatro años a Siria. Una guerra que, recordemos, inició en 2011, a raíz de la primavera árabe iniciada por la revolución tunecina del Jazmín. Los islamistas de Daesh (el Estado Islámico), quienes llevan a cabo los combates contra las tropas del presidente chiita Assad y contra los Kurdos, conquistaron múltiples ciudades y sobre todo amplios territorios al este de Siria. Al punto de que este conflicto en consecuencia se ha internacionalizado y Rusia e Irán apoyan militarmente al régimen, mientras que una coalición internacional, conducida por Estados Unidos, se esfuerza por contener los avances de los islamistas. Sin embargo, los éxitos en combate de estos últimos no se reduce a esta zona geográfica, ni mucho menos. En efecto, Iraq, Kenia, Libia, Mali, Nigeria, Somalia y Afganistán – por citar sólo los principales puntos débiles – aparecen permanentemente golpeados y desestabilizados por los movimientos islamistas, trátese de Daesh, el Frente Islámico, Al Qaeda, Boko Haram, AQMI (Al Qaeda del Magreb Islámico) o incluso el GIA (Grupo Islámico Armado).
En un contexto internacional como ese, elegir otorgar el Nobel de este año al cuarteto tunecino se reviste evidentemente de un amplio significado. Atribuir el Nobel a estas cuatro asociaciones tunecinas que militan en favor de los derechos humanos y de la laicidad se debe analizar como un compromiso político de estar resueltamente de su lado y de apoyarlos en su misión. Dotándolos de esta recompensa, la institución Nobel sacraliza no solamente sus orientaciones políticas transfiriéndoles la notoriedad mundial del premio, sino también reafirma al mismo tiempo su línea diplomática la cual construye año tras año. Así, ésta se caracteriza ya por una fuerte coherencia global y una constante determinación de hacer prevalecer la doxa Nobel frente a los Estados. Para hacerlo, la institución no duda – vía su sistema de recompensas mundial – en inmiscuirse en algunos asuntos en curso, con el objetivo afirmado de influenciar las lógicas dominantes, de cambiarlos de dirección, incluso oponerse. En muchos sentidos, hace falta verla como una política de injerencia diplomática. Así, recordemos simplemente como ejemplo que en 2013, el Comité Noruego designó como galardonada a la OPAQ (Organización para la Prohibición de las Armas Químicas) encargada desde 1997 de velar por el respeto de la Convención Sobre la Prohibición de las Armas Químicas firmada en 1993. En ese momento, esta institución intervenía precisamente sobre el asunto sirio, desde el ataque químico perpetrado el 21 de agosto de 2013 cerca de Damasco. En este caso, la diplomacia Nobel se invita entonces por la fuerza a participar en sus High Politics. Irrumpe entonces en la arena mundial para inmiscuirse en el tratamiento del conflicto sirio. Además, al elegir rendir un homenaje reiterado a la seguridad colectiva y al multilateralismo, poniendo en la agenda internacional estas nociones, se posiciona inmediatamente como interlocutor obligado de los actores estatales, implicados en esta guerra.
El premio Nobel de 2015 revela la misma matriz diplomática. Ésta se presenta de la siguiente manera: 1) distinguir un conflicto, 2) tomando claramente partido al otorgar el premio Nobel a uno de los protagonistas, 3) intervenir como definidor de normas internacionales trabajando, tanto como sea posible, para otorgarles un sentido sacro. Hace falta, sin embargo, distinguir el hecho de recompensar la sociedad civil tunecina en su conjunto, un premio Nobel en efecto innovador. Esta elección inédita testifica en efecto un nuevo avance de procedimiento. Confirma además un nuevo apoyo simbólico del dispositivo Nobel que decididamente no deja de marcar la escena internacional con su huella y de influir la política de las potencias estatales de acuerdo con sus orientaciones.
Referencias
Benberrah Moustafa, La Tunisie en transition. Les usages numériques d’Ennahdha, Paris, L’Harmattan, 2014. Coll. Chaos International.
Bono Irène, Hibou Béatrice, Meddeb Hamza, L’État d’injustice au Maghreb. Maroc et Tunisie, Paris, Khartala, 2015.
Laroche Josepha, Les Prix Nobel. Sociologie d’une élite transnationale